En el gimnasio de La Tola, en Quito, Cristina Porozo se entrenó con la selección nacional antes de ir al Preolímpico. Foto: Armando Prado/ EL COMERCIO
En sus hombros aún quedan moretones y una cicatriz de una mordida desleal de una rival. “Son cosas del boxeo”, dice con una sonrisa Cristina Porozo.
Retornó al país luego de ganar la medalla de oro en el
Torneo Independencia, que se realizó en
República Dominicana. “Hacía mucho tiempo que no habíamos competido a nivel internacional y competir allá fue muy bueno”, añade.
En el torneo, venció en el combate final a la dominicana
Estéfani Almanzar, cuarta en el mundo. Cristina nació hace 27 años en Santo Domingo de los Tsáchilas. Comenzó a entrenarse hace 10 años, pero se ha retirado por algunos períodos por sus estudios y debido a sus embarazos. Es madre de Leyla (4 años) y Dominic (2).
“Podría decir que en el boxeo estoy unos cinco años”.
Es licenciada en Educación Física, pero el bicho del boxeo siempre ha estado patente en su vida. Su esposo,
Johnny Verdesoto, también fue boxeador y entiende lo que significa estar en este mundo de los golpes, los ganchos y la preparación física.
“Él y mi suegra están al cuidado de mis hijos. Me comunico con ellos casi a diario por videollamadas. Sé que no es lo mismo, pero los puedo ver. Gracias a Dios, contamos con esta tecnología”.
Carlos Santillán, entrenador de la Selección Nacional, fue quien la inició en el boxeo. En el selectivo nacional -realizado a inicios de año en Portoviejo- confirmó que es la número uno en la categoría 51 kg, por ello es parte de la Tricolor.
“Hay golpes que duelen, pero se deben hacer abdominales para que los ganchos no hagan daño. En cada entrenamiento yo pongo lo mejor de mí, porque sé que el sacrificio tiene su recompensa”.
En su rostro hay huellas de los puñetes recibidos. Hay pequeñas cicatrices en la nariz, los pómulos y en la frente “y eso que tenemos el protector de cabeza. Son cosas que pasan”. Además, utiliza los protectores bucales y el de pecho. “Me han pegado en esa zona, pero no me han hecho daño, el protector aguanta”.
Se entrena al mismo ritmo que lo hacen el resto de seleccionados nacionales hombres. Sesiones de 90 a 120 minutos, donde hay un exigente trabajo físico y perfeccionamiento técnico. “Luego del torneo nos quedamos una semana para entrenarnos. Había muchas chicas en mi categoría y todos los días pude hacer combates”.
En la parte física, dice que debe mejorar su habilidad en las piernas, trabaja para lograr mayor agilidad en los movimientos y repeticiones para fortalecer los brazos.
Su golpe preferido es el cruzado, pero dice que le falta perfeccionar el gancho. “Lo utilizo muy poco. Es un golpe que hay que aplicarlo considerando a la rival. Con las bajitas es efectivo. Tengo problemas cuando me encuentro con rivales zurdas, en República Dominicana me complicaron”.
En esta semana completará su preparación y la próxima irá al Preolímpico en Buenos Aires, en donde aspira a lograr el cupo a los Juegos Olímpicos. Sabe que se encontrará con las mejores deportistas del continente, que han seguido el proceso en los cuatro años, eso en el cuadrilátero es una ventaja.
No siente discriminación por practicar un deporte duro, considerado para hombres. “Para las mujeres no es fácil ni difícil practicar el boxeo, hay que perseverar en el entrenamiento, perfeccionar la técnica y tener visión. Hace 10 años éramos pocas las mujeres que lo practicábamos, hoy hay campeonatos nacionales desde la categoría menores. Cada año hay más mujeres en el boxeo”.
En los entrenamientos ensaya ‘rounds’ con sus compañeros de Selección “pero sí bajan un poco la fuerza en el golpe”.