Imagen de archivo del atleta Diego Ferrín durante un entrenamiento en la pista atlética de Los Chasquis. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO
Extrovertido, bromista y alharaquiento. El esmeraldeño Diego Ferrín, el único ecuatoriano que ha saltado 2,30 m de altura, se pasea otra vez por las pistas atléticas, bajo el sol y, como casi siempre, sin camiseta.
Los 16 meses que ha pasado sin competir han sido una de las mayores pruebas que ha sorteado en la vida. En agosto del 2013, en plena competencia del Mundial de Atletismo de Moscú, el esmeraldeño que cambia de ‘look’ permanentemente se rompió el tendón de Aquiles.
Las fotografías que enviaron las agencias internacionales de ese momento mostraban el grito de un deportista adolorido, vestido de rojo y tomándose la pierna izquierda con las manos, cerca del tobillo.
Sentado en una banca de madera, atrás del renovado gimnasio de la pista de atletismo de Los Chasquis, Ferrín contó el lunes que ese grito fue más de desesperación que de dolor. Él emprendió la carrera y de pronto escuchó como si se rompiera una tabla seca y se detuvo. En segundos regresó a ver, como pensando que pisó algo extraño en medio de la pista y se desplomó. No sentía la pierna.
Después llegaron los paramédicos, la ambulancia y empezó el agudo dolor que le subía por todo el costado izquierdo. Luego llegó la operación y el largo reposo.
Lo más complicado para él, que desde niño ha sido una persona hiperactiva, fue pasar en cama, con un pesado yeso para inmovilizar la pierna. Han pasado 16 meses desde el Mundial de Moscú y no ha vuelto a competir.
Por eso ahora que ha vuelto está alegre y la mayor parte de sus entrenamientos son para ganar resistencia. Aún no recupera por completo la flexibilidad ni la fuerza, pero se entrena para conseguirlo.
Para demostrar que aún no está al 100%, el lunes, después de la práctica, se sentó en una banca de cemento, elevó las piernas y colocó los dos pies juntos en escuadra. Entonces empezó a mover los pies para demostrar que el izquierdo todavía no lo estira por completo.
Los entrenadores y los médicos le han dicho que debe tener paciencia. Para recuperarse totalmente, él se ha vuelto un atleta errante. A inicios de año viajó a Cuba, donde tiene buenos amigos pues vivió en ese país por dos años, antes de los Juegos de Londres 2012.
En marzo retornó y se fue a Cuenca un mes a continuar la rehabilitación. Cuando ya pudo correr sin mayores molestias, a mediados de año, se fue para Manta para realizar trabajos en la arena de las playas de ese puerto.
En noviembre viajó nuevamente a Cuba, con el grupo que guía el entrenador Luis Small, para intensificar la rehabilitación y empezar con los entrenamientos específicos de su disciplina, que incluyen saltos y carreras de velocidad. De la isla volvió hace una semana y espera pasar las fiestas de fin de año con su familia, en Quinindé.
Allí, también complementará sus entrenamientos con pesas y con natación en los ríos cercanos a su casa. “Soy campesino y por eso siempre me gustaron los ríos, donde nado y también pesco”, dijo con una carcajada.
Antes de encaminarse por el salto alto, especialidad que lo llevó al podio de los Juegos Panamericanos de Guadalajara en el 2011 (medalla de plata), y a clasificarse a Londres 2012, el esmeraldeño jugaba baloncesto. Era alero y en el salto les ganaba a jugadores más altos.
Con 16 años dejó Quinindé y se trasladó a vivir en la residencia de la Concentración Deportiva de Pichincha. En ese entonces se entrenaba con la Selección provincial en las tardes y un buen día sus amigos atletas lo invitaron a practicar en Los Chasquis.
Su velocidad y su gran salto llamaron la atención de los entrenadores de atletismo, pero él no quiso dejar el baloncesto, deporte en el que llegó a militar en Mavort, Liga de Quito, entre otros clubes. Sin embargo, sus buenos resultados lo fueron encaminando al atletismo.
Ferrín no lo sabe con certeza, pero es probable que su primera competencia oficial sean los Juegos Nacionales que están programados para abril.
El 2015 será un año lleno de retos, pues están también los Juegos de la Alba de Cuenca y los Juegos Panamericanos en julio. . Su retorno oficial a las pistas dependerá de la evolución de su lesión, que le dejó como recuerdo una marca de 10 centímetros arriba del talón. “No sé cuándo, pero ya quiero competir. Estoy en un 85 por ciento, pronto volveré”.