El amor a primera vista sí existe. Esa afirmación es de la cuencana Alicia Ochoa y del húngaro László Antalffy. Así se confiesa la ex seleccionada azuaya de basquetbol tras 25 años de matrimonio.
A finales de 1984, Antalffy llegó a Cuenca para instalar marcadores electrónicos en el Coliseo Mayor y allí conoció a Ochoa, quien se entrenaba con la selección azuaya. Desde ese día se mantuvieron en contacto.
Un mes después se reencontraron en Portoviejo. Allí Azuay participaba en un Nacional de Basquetbol y Antalffy, con otros técnicos húngaros, instalaban marcadores electrónicos con miras a los Juegos Bolivarianos de 1985.
Alicia León, madre de la ex basquetbolista, conoció en Portoviejo a quien sería su yerno. “Ella no quería que tuviera algo serio con László, por su temor a que abandone el país”. Sin embargo, a los tres meses de amigos se convirtieron en enamorados y el 24 de octubre de 1986 se casaron.
Antalffy y Ochoa, quienes ahora tienen 52 y 44 años, tuvieron a László y Alicia, de 24 y 19 años. El varón es futbolista semiprofesional en su país. Los cuatro viven en Budapest, Hungría.
Una historia diferente vivieron los ex judocas azuayos Óscar Prado y Jenny Llivisaca, quienes contrajeron matrimonio después de 10 años de ser compañeros de prácticas y enamorados. Él, a sus 16 años, declaró su amor a Llivisaca y lo hizo en Machala, durante un torneo nacional. “Era un chico tímido y allá me sentí liberado”, comenta entre risas.
A Llivisaca no le sorprendió la declaración porque él siempre fue detallista y bondadoso. Buscaba cualquier pretexto para acompañarle del gimnasio a su casa. Según Prado, el enamoramiento entre compañeros de la misma disciplina es casi frecuente
Esto sucede porque el deportista no tiene una vida social como otros jóvenes. El afecto se incrementa con las horas de permanecer juntos, de compartir viajes, de vivir momentos de alegría y tristeza por los resultados.
Prado y Llivisaca tenían 26 y 24 años, en ese orden, cuando contrajeron matrimonio. Ahora tienen dos hijos: Óscar Mateo (12 años) y José David (tres). El primero es vicecampeón sudamericano infantil en judo, medallista de bronce del Open de Estados Unidos y campeón nacional en la categoría 11 años.
Otra experiencia es la vivida por Miriam Piazza, hija del argentino Rodolfo Piazza, quien en 1971 llegó como el primer arquero extranjero para el Deportivo Cuenca. Ella tenía 14 años cuando llegó a Cuenca desde Argentina, junto con sus padres y sus dos hermanas.
Su padre, tras dejar el ‘Expreso Austral’, fue contratado como entrenador de la selección de fútbol de Cañar. Entre sus dirigidos estaba Francisco Moncayo, quien era oriundo de Cañar, pero vivía y estudiaba en Cuenca.
Piazza lo llevaba todos los días a entrenar en Azogues. “Yo iba con mi padre y allí empezamos a tratar con Francisco. Fuimos enamorados , hasta que nos casamos el 4 de agosto de 1974”.
Miriam tuvo cinco hijas con Moncayo, todas deportistas. La más destacada es Karina, campeona sudamericana de campo traviesa; además de Natalia y Angie, ambas seleccionadas de fútbol del Azuay.
Otro flechazo se registró entre el ex técnico de basquetbol, Patricio Tamayo y su alumna Irma Arteaga (ex seleccionada nacional y del Azuay). Tienen tres hijos: Iván (21 años), Oswaldo (19) e Isabel (16). Todos son basquetbolistas.
Otros casos
Del matrimonio entre el ex ciclista Paúl Arteaga y la ex basquetbolista Ximena Sánchez nació Mauricio Arteaga, marchista que busca ir a los Olímpicos.
En la actualidad, el andarín azuayo Andrés Chocho en su muro de Facebook presenta a la marchista brasileña Erica Sena como su comprometida.
Los judocas Juan Guamán y Mónica Flores se casaron, pero años después se divorciaron. Igual el judoca Juan Calle y la gimnasta Diana Santana.
Hay otras parejas : José Quizhpe con Elvia Aucancela, Rene Castillo con Mónica Hurtado, Rocío Sánchez y Bolívar Ullauri…