Las calles aledañas de El COMERCIO estaban llenas de atletas a las 08:00 de ayer. Llegaron una hora antes para calentar los músculos, estirar las piernas y tomarse fotos con los amigos. En la línea de partida hubo abrazos, deseos de éxito, miradas al cielo y persignaciones. A las 09:00 sonó el disparo de salida y una marea blanca -con más de 15 000 atletas- comenzó a regarse por los seis carriles de la avenida Maldonado. El destino: el estadio Olímpico Atahualpa, a 15 kilómetros de distancia.
Los más veloces se abrían paso, a veces a empujones, con el fin de alcanzar al pelotón de élite. Pero la gran marea blanca parecía un muro de contención, que dejaba poco espacio para quienes querían acelerar. Hasta el kilómetro cuatro, el trayecto era plano y amplio. Pero en la 5 de Junio la calle comenzó a estrecharse y a ponerse más empinada. Los atletas aceleraban la respiración para mantener el ritmo. El jadeo se escuchaba más fuerte, más cerca. El sol aumentaba la transpiración y se percibía el olor a linimento. Los moradores de la 5 de Junio instalaron grandes parlantes en la vereda para animarnos al ritmo de El chulla quiteño. ¡Que viva el Ecuador!, ¡vamos con fuerza!, gritaban desde los balcones; otros vecinos repartían agua en funda o raspadura para que el cuerpo recupere energía. En el kilómetro cinco se acabó la cuesta y volvió el terreno plano. La marea blanca seguía compacta en la calle Venezuela, en pleno centro, donde miles de personas se habían apostado para apoyar a los familiares. Barras de chocolate, caramelos, más agua o hidratantes se repartían al filo de la vereda. Entonces escuchamos: ¡Dale papi! ¡Tu puedes! ¡Esa es mi hija! ¡Ya le coges al keniata!Una pequeña bajada en la calle Mejía permitió acelerar el tranco de los atletas. Para abrirse camino alguien gritó: “¡Háganse a un lado que voy sin frenos!”. Pero ese ímpetu se truncó al tomar la calle Montúfar, que tenía un par de cuestas hasta el sector de San Blas, donde se había cumplido la mitad del trayecto. La avenida Gran Colombia recibió a los deportistas con un baño de agua fría. El público seguía animando y repartiendo agua y raspadura. Luego vino la calle Tarqui y la avenida 6 de Diciembre, que se volvió menos larga que en años pasados gracias a la mayor presencia de público. Con carteles, pitos, aplausos y gritos de apoyo, familiares y amigos acompañaron a los corredores por las avs. República y Amazonas, sector de La Carolina. Solo faltaban dos kilómetros para llegar a la meta y el golpe de los zapatos contra el pavimento seguía retumbando a un solo ritmo. El latido de la marea blanca se aceleró en la Naciones Unidas. ¡Solo falta un kilómetro!, gritaban desde las veredas. El tranco de los atletas se aligeró, aunque algunos empezaron a mostrar cansancio. Pero un ¡no te rindas, sigue!, los puso nuevamente a correr, hasta que apareció el túnel de entrada al Atahualpa. Con las manos en alto y síntomas de fatiga, los deportistas cruzaban la meta; unos veían el cronómetro, otros a la espera de su pareja para cruzar juntos y otro con la mirada al cielo, agradeciendo por haber llegado o pagando un milagro…