Es cierto que el clásico histórico de Quito era Aucas contra Liga. Pero eso se acabó. Aucas no tiene la menor posibilidad de regresar a los planos estelares en el mediano plazo (a menos que alguien SEKiera hacer cargo de sus deudas, algo poco probable).
Además, hace años que los partidos entre albos y orientales eran insípidos, pues los auquistas y los liguistas jamás cultivaron una enemistad tan arraigada. Veían los partidos juntos, sin riesgos, y juntos se retiraban a beber una cerveza.
En cambio, la rivalidad entre los hinchas de Liga y de Deportivo Quito ha crecido tanto, que prácticamente es un duelo con tintes de clásico en el sentido rioplatense del término, con intensa rivalidad (“¡es el partido que no podemos perder!”), de insultos mutuos (que los mononeurales que nunca faltan lo llevan a lo homofóbico) y de alta expectativa: 35 000 personas fueron a ver el último duelo Liga-Deportivo Quito. Incluso los jugadores se contagian de la euforia, como lo prueba las tres tarjetas rojas del pasado sábado.
Es hora de dejar de suspirar por el Auquitas. El nuevo clásico capitalino es entre albos y chullas, con lo bueno y lo malo que eso pudiera generar. Disfrutémoslo hasta que venga otro. Es que nada es eterno, ni los clásicos.