El ecuatoriano Richard Carapaz, en la etapa 13 que se realizó el viernes 18 de mayo de 2018.
Recibirle en Roma a Richard Carapaz, en el cierre del Giro a Italia, es un sueño de Tanya Rosero, esposa del carchense que es quinto en la segunda competencia más importante del mundo ciclístico.
“Sería un sueño llegar y darle ánimos”, dijo desde Julio Andrade, ciudad cercana a Tulcán, donde reside el matrimonio. Se conocieron hace 10 años, cuando eran adolescentes y estudiaban en el mismo colegio. “Fue muy persistente”, añadió ella, para quien estos días comienzan en la madrugada.
“A las 06:00 ya prendemos el televisor. Santiago, mi hijo mayor (4 años), es el que más pregunta por el papá. Le digo que está corriendo y que después de unos días volverá a casa”. Tanya relató que el niño se emociona cuando mira a su padre en el podio y en las entrevistas. “Sofía, de 1 añito, no sabe hablar todavía, pero lo señala y dice: ¡ve!”.
Ni Tanya ni los pequeños han podido acompañar a Richard en Pamplona, donde reside desde el 2017, cuando se unió al equipo Movistar Team. “El año pasado sacamos los pasaportes y fuimos a la Embajada de España a pedir la visa. Nos negaron porque yo no trabajo y me dedico a mis hijos”.
Richard quería tener a su familia en su participación en la Vuelta a España, en septiembre pasado, pero no pudo.
Este año no han intentado realizar el trámite porque el ciclista estuvo en febrero y marzo por Europa; en abril se entrenó en Carchi para el Giro, y este mes viajó a Italia donde se mantiene quinto en la clasificación general, líder de los Sub 26 y el mejor latinoamericano.
“Después de cada etapa me llama por teléfono para conversar, pero son pocos minutos. Me dice que el descanso es importante, por las etapas bastantes largas. Tampoco se le puede distraer, por eso las llamadas con cortas”.
En esos pocos minutos, además de saber cómo se siente después de cada etapa, “le cuento de toda la gente que me saluda en la calle y me manda a saludarlo”.
Tanya dice que ser esposa de un ciclista de alta competencia es muy lindo, pero también muy difícil. “Hay felicidad en el país por lo que está haciendo. Es bonito verlo triunfar, es un honor ser parte de su familia, pero son muchos días que no está con nosotros”.
Confía en que las molestias que ha sentido en su pierna derecha, donde luce una venda kinesiológica, no mermen su rendimiento ni tampoco los cambios bruscos de temperatura, pues ya le ha tocado correr dos veces bajo la lluvia. “Me dicen que los médicos del equipo le están tratando”.
Si bien hasta el domingo 27, cuando culmine el Giro, Richard podría acumular 16 mallas blancas, si se mantiene de líder de los jóvenes hasta la etapa 21; su esposa solo quiere que culmine su participación. “Sería muy bonito que gane, pero yo solo deseo que termine bien, que no le pase nada”.
Describe a su esposo como un hombre hogareño, que le gusta cumplir con sus obligaciones profesionales, como entrenarse entre cuatro y seis horas al día, y que asume su rol de padre cuando está en casa. “Cuida a la niña y también se mete a la cocina y nos prepara los platos que come por allá”.
Tanya ayer también vio la etapa a través de la TV y se volvió a emocionar porque su esposo llegó en el pelotón puntero de la etapa 13 y sigue quinto en la clasificación general.