Dos horas cerca de los hermanos Luis y Juan Chocho bastan para constatar la fama que tienen los técnicos azuayos. Los frecuentes transeúntes pasan de prisa por los carriles del Parque de la Madre, en Cuenca, pero eso no les impide saludar a los atentos y recíprocos profesionales.Otros, incluso, se detienen para aplaudir a los principales formadores de los marchistas azuayos. El martes pasado, Julio Jimbo, de 58 años, estrechó fuertemente la mano derecha de Luis y lo felicitó por la medalla de plata obtenida por Joel Villavicencio en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Singapur, en agosto.
En las ocho horas de trabajo, cuatro en la mañana y cuatro en la tarde, los entrenadores corren de un lado al otro. Lo hacen llevando cronómetro en mano, un tablero de apuntes bajo el brazo y un pito colgado en el cuello. Los 60 alumnos del horario diurno están repartidos en la pista.
Los atletas pertenecen a las categorías Infantil, Menores, Prejuvenil, Juvenil y Élite. Ellos siempre están atentos a las indicaciones de los adiestradores, quienes a cada instante corrigen la técnica de sus alumnos, cogiéndoles de los hombros, brazos y piernas. La exigencia es constante.
Luis Chocho, el martes anterior, se paró en una parte alta y desde allí se dirigió a los alumnos. Con él estaban Villavicencio y Karina Bustos, novena en Singapur en los 5 000 metros marcha. “Ellos son ejemplo de que con sacrificio se puede llegar lejos. Traten de hacer realidad sus sueños”.
Una sugerencia que destacó en su arenga fue estudiar inglés para evitar problemas cuando se viaja a los países europeos. “No es que sepa mucho, pero me defiendo. El inglés es vital para cualquier actividad. Además, exijo respeto para las personas mayores, especialmente para los padres”.
Ese día, Villavicencio cumplió su primera práctica tras retornar de Singapur con la presea de plata olímpica en los 10 000 metros marcha. Él advierte que los hermanos Chocho son técnicos que saben guiar por buen camino y brindan buenos consejos. “Con ellos me hice más disciplinado y constante”, confiesa.El andarín de 17 años, con su subtítulo olímpico, entró a la galería de los alumnos exitosos. Es amplia la lista de medallistas sudamericanos, bolivarianos, panamericanos’ en las categorías juvenil y mayores. Se destaca Jefferson Pérez, quien se entrenó con Luis Chocho durante ocho años y ganó dos medallas olímpicas, una de oro en Atlanta 1996 y otra de plata en Pekín 2008.
En ese tiempo, entre otros logros, Pérez sumó una presea de bronce y otra de oro en los mundiales juveniles de Bulgaria y Seúl, en 1990 y 1992. Se separó de su maestro en 1996 y pasó a ser dirigido por el colombiano Enrique Peña. Faltaban seis meses para las Juegos Olímpicos de Atlanta (Estados Unidos).
El mayor de los Chocho: Luis, de 53 años, destaca que Pérez, Rolando Saquipay, Byron Piedra, Fausto Quinde, Andrés Chocho y Johana Ordóñez estuvieron en los Juegos de Pekín 2008.
Los tres primeros fueron sus alumnos y los tres últimos aún están bajo su dirección. ‘Lucho’, como le dicen sus amigos, hace una pausa en su labor, se protege del sol bajo la sombra de un árbol y rememora los cuartos lugares de Miriam Ramón y Bertha Vera en los mundiales juveniles en Bulgaria y Seúl, en 1990 y 1992.
Ramón, quien en 1992 participó en las Olimpiadas de Barcelona, España, se entrenó con ‘Lucho’ por más 20 años. Ella remarca la perseverancia de su ex técnico en promover la marcha, el rigor en las prácticas y el buen sentido del humor. “Él nunca está triste, pese a los momentos difíciles”.
Pérez, el mejor deportista ecuatoriano de todos los tiempos, reconoce que Chocho es un formador integral de los jóvenes. “No es únicamente un entrenador, sino un maestro de vida para cada uno de sus dirigidos, quienes son las futuras promesas y los actuales campeones de nuestra nación”.
Juan, de 32 años, mientras controla los tiempos que registran sus alumnos, cuenta que fue atleta y marchista desde 1984 hasta 1996. El subtítulo de los Juegos Sudamericanos de Menores, obtenido en 1994, es su máximo logro. En los momentos libres fue electricista, panadero y latonero.
En 1996, año del oro olímpico de Pérez, ‘Juanito’ (como le llaman sus alumnos) se incorporó a la Escuela de Marcha como monitor. Seis años más tarde, con el título de licenciado en Cultura Física, obtenido en el 2003, se convirtió en entrenador y pasó a ser la mano derecha de su hermano.
“Lucho me inculcó la práctica del deporte desde que tenía 6 años, siempre fue un líder y espejo en dónde mirar”.
Ahora, los dos se reúnen cada domingo para elaborar el plan de trabajo de la semana. También participa Andrés Chocho, hijo de Luis y deportista activo, quien hace sugerencias para favorecer a sus compañeros.
Los árboles de acacia, ficus, pino y eucalipto dan un entorno saludable a la pista del Parque de la Madre, conocida como ‘Chochódromo’. En la parte más visible del escenario está la estatua a Jefferson Pérez, principal inspiración de los jóvenes andarines.
Luis y Juan, tras dos horas de práctica, ingresan a la oficina de la Escuela de Marcha para preparar las actividades de la tarde con otros alumnos. De los 120 alumnos, 60 son marchistas y el resto practica otras pruebas del atletismo, incluso está el triatleta Juan Andrade, quien en Singapur terminó en el puesto 12.
Luis Chocho se despide y destaca que Jacobo Bucaram y Eduardo Encalada, ex presidente de la Federación Ecuatoriana de Atletismo y de la Federación Deportiva del Azuay, respectivamente, son los impulsadores de la marcha en el país y en la provincia.