Rosalba Chacha no tenía dinero para comprar las vitaminas que requería para su preparación y vendió su juego de sala.
La atleta de 27 años recibió USD 700 por sus muebles. Con una parte compró las vitaminas y con la otra pagó el arriendo .Por esa razón, desde hace tres meses no tiene dónde recibir a las visitas, en la casa de una planta que arrienda en el sector de La Planada, en el noroccidente de Quito. Allí vive con Jaime Catota, con quien está casada hace 10 años.
Hace tres años y nueve meses nació Génesis, su hija. Cuando la corredora habla de su niña, los ojos se le iluminan antes de que se le llenen de lágrimas.
Fue en su familia, pero sobre todo en Génesis, en quienes pensó cuando ya no tenía fuerzas para continuar corriendo el último domingo, en el maratón de Buenos Aires.
Esa imagen de los últimos kilómetros aún la tiene presente, tanto que se le quiebra la voz al recordarla. En el kilómetro 30 de la prueba, de un total de 42 , sintió que le iban a dar calambres. Las piernas le pesaban y le costaba mantener el ritmo para continuar entre las primeras.
Entonces, en medio de la gente que observaba la carrera, escuchó a lo lejos, la voz de Fredy Vivanco, su entrenador, quien le dijo que “lo hiciera por su familia”. Para Chacha fueron como palabras mágicas que la sostuvieron los últimos 12 kilómetros del maratón bonaerense.
Cuando faltaba un kilómetro, la ambateña lideraba la carrera y ya podía observar la línea de llegada. Pero ese último tramo le pareció larguísimo y ella lo recuerda como en cámara lenta.
Su entrenador, que se abría paso entre la multitud de curiosos, seguía gritándole que ese tenía que ser su triunfo. “Me decía que tenía que ser mi triunfo, que no lo desaprovechara. Me hubiera gustado que mi hija y mi esposo hubieran estado ahí para verme ganar el maratón”.
Cuando Chacha cruzó la meta en primer lugar trató de caminar para recuperar sus fuerzas, pero a los 10 metros se desplomó. Nunca perdió el conocimiento, pero sus piernas ya no soportaron más y cedieron ante sus 45 kilos de peso.
Los paramédicos le colocaron suero. Ella estaba bien, pero sus piernas llegaron al límite. Por esta razón, Chacha descansará al menos una semana más, antes de retomar su preparación junto con Fredy Vivanco, su guía deportiva desde hace tres años.
Chacha nació en Ambato, pero a los pocos meses de edad llegó a la capital. Es la menor de cuatro hermanos y desde muy niña le tocó trabajar. Sus recuerdos más felices están relacionados con correr, jugar al fútbol y trepar por los árboles.
Cuando de niña iba a la escuela Antonio Nariño o entrenaba después de clases, no tenía que ir a trabajar en la hacienda La Delicia, en Chillogallo, en la cual su madre realizaba labores de campo como sembrar y cosechar.
Cuando no tenía que ayudar a su mamá, Chacha corría por los pastizales, jugaba al fútbol con otros chicos, hijos de trabajadores de la hacienda, o simplemente trepaba por los árboles. Esos son los mejores recuerdos su niñez, pues reconoce que con sus hermanos tenía que trabajar para poder comer.
Su primera medalla la obtuvo a los 10 años, en la carrera El Chasquisito. Esta tradicional competencia para infantes aún ocupa un lugar especial entre sus decenas de condecoraciones, medallas y trofeos, pues le dio el impulso para dedicarse al atletismo.
Su adolescencia transcurrió en medio de los entrenamientos, junto con Rodrigo Guerra, su primer guía deportivo, con quien se preparaba en la pista del colegio Montúfar.
En aquellos años empezó su admiración por Martha Tenorio y Rolando Vera, de quienes permanentemente escuchaba que ganaban carreras dentro y fuera del país. En ese tiempo, cuando todavía una adolescente conoció a Catota, quien también entrenaba atletismo. “Yo corría pero nunca fui de los mejores. Ella, en cambio, siempre era primera o segunda”, recuerda con un visible orgullo su esposo, que en la actualidad tiene 30 años.
Catota ha sido un bastión para Chacha, pues desde que se casaron él la acompaña en sus entrenamientos. Además, en las competencias, le entrega agua y permanentemente la alienta.
Hace tres años, después de una competencia en Quito, se les acercó Vivanco, quien ha sido entrenador de atletas como Javier Moreno, quien llegó a los Juegos Olímpicos del 2008.
Vivanco se ofreció a ayudarla, pues le dijo que ella tenía grandes posibilidades de llegar a una olimpiada, precisamente en el maratón. “Fredy (Vivanco), ha sido más que un entrenador para mí, ha sido como el padre que nunca tuve”, asegura la fondista.
“Él nos ha ayudado hasta con dinero para comer”, recuerda.
Chacha agradece y admira que su entrenador haya viajado vía terrestre hasta Argentina, para acompañarla. Vivanco y sus atletas se entrenan gracias al apoyo de Produbanco.
Con su victoria, la atleta se clasificó para el Mundial de Atletismo de Corea del Sur, el próximo año, y espera que su marca le sirva para competir en los Juegos de Londres en el 2012.
Chacha tiene otras metas. Junto al departamento que alquila, el matrimonio levanta su casa, proyectada para dos plantas, sobre la calle aún sin asfaltar, sin nombre y llena de polvo.
Con los USD 6 000 que ganó en Buenos Aires, hará que la construcción avance. Piensa competir en carreras de menor distancia (estará el 31 de octubre en Manta, en una competencia de 10 km) para prepararse y, de paso, juntar dinero y poner más bloques a su casa.