Carlos Grueso, padre (con gorra), se comunicó estos días con su hijo por Whatsapp. Foto: Juan Carlos Pérez/EL COMERCIO
El gol de Suiza fue el culpable de que Carlos Grueso se sintiera triste, por un momento, en el día más importante de sus 38 años de vida: celebraba el Día del Padre y la participación de su hijo homónimo en el partido de Ecuador contra Suiza.
Su nerviosismo se transformó en dolor e impotencia cuando Suiza anotó el segundo gol de la victoria en el estadio Mané Garrincha, en Brasilia.
Caminaba cabizbajo, con las manos sobre su frente, en medio de la calle del barrio Río Malecón, en Quinindé, donde familiares y amigos se concentraron para ver el juego de la Selección tricolor.
Ayer se había despertado alegre, aunque nervioso, porque lo primero que recibió al aclarar el día fue un mensaje de su hijo Carlos, por Whatsapp.
Le decía: “Socio, un feliz día del padre, que tengas un excelente día, que Dios y la Virgen lo bendigan. Te amo papá”.
Sintió emoción y alegría. Y le respondió: “No sabes cuánto disfruto este momento (…), perdón por no haber estado en tus momentos más importantes cuando eras niño, pero pido mucho a Dios y le doy gracias por la dicha de verte crecer como futbolista y como ser humano. Te amo como padre (…)”.
Carlos, quien también fue futbolista hasta el 2008 y es ahora asistente de Luis Zubeldía, técnico de la Liga de Quito, no lo vio nacer, no lo escuchó llorar de bebé ni decirle papá, porque ya se había ido a jugar.
Estaba en el Aucas cuando nació el seleccionado. Tal vez por esa distancia, su hijo casi nunca le dice papá, sino socio.
“Eso es por la confianza que nos tenemos”, dice el padre, alto y atlético, quien llegó la noche del sábado al barrio Río Malecón, la tierra esmeraldeña, donde nació y creció el joven seleccionado tricolor.
Quiso pasar el día en la barriada, de una sola calle semiasfaltada, porque en este lugar su hijo pateó las primeras pelotas de fútbol, en la margen del torrentoso río Quinindé.
Su hijo, quien en abril cumplió 19 años, le había dado una alegría por adelantado a las 23:00 del sábado 14 de junio: le contó que iba a ser titular en el partido contra Suiza.
Desde la mañana de ayer, el barrio de casas de bloque y zinc se puso bullanguero para ver jugar a su ‘hijo’, pues los vecinos dicen que es el primer quinindeño en un mundial.
Carlos padre se paseó por el barrio, entre las dos casas, que frecuentó el volante tricolor cuando era niño, pues en ambas los parientes y amigos se organizaron para ver el partido. Papá y mamá son separados.
En la casa de Ruth Arvoleda, la madre de Gruezo, se colocó una carpa y una gran pancarta con la imagen del mundialista en la que le deseaban suerte.
En la del padre se sacó el televisor de pantalla plana a la vereda de la calle para que todos lo vieran jugar.
Con algarabía, Carlos -con camiseta, pantalón corto y gorra al revés- dice que el mejor regalo que pudo haber recibido fue ver a su hijo debutar en un Mundial de fútbol.