Ya en sus épocas de presidente ejecutivo de Audi y más tarde en la matriz Volkswagen, Ferdinand Piëch no se ruborizaba al pregonar sus ambiciosas metas. El poderoso ejecutivo quería dirigir un día un grupo que fabricase casi todo lo que tuviese ruedas, desde un auto diminuto hasta una limusina de lujo o un camión pesado.
Cuando festejó la semana pasada sus 75 años, este nieto del legendario Ferdinand Porsche y hoy presidente del consejo de vigilancia de Volkswagen pudo constatar con satisfacción que no eran quimeras. Su obra está casi terminada. El gigantesco grupo Volkswagen tiene la dimensión que soñó.
Pero Piëch no sería quien es si no siguiese persiguiendo con tenacidad sus proyectos. Pese a todas las dificultades legales continúa empeñado en su último gran objetivo: el de incorporar al grupo al fabricante de automóviles deportivos de alta gama Porsche. [[OBJECT]]
La exclusiva automotriz de Stuttgart, de la que es copropietario, intentó engullir al gigante Volkswagen de una arriesgada operación financiera de la que salió mal parada y que ahora le podría costar la independencia.
De este ingeniero especializado en construcción de maquinaria se dice que tiene “gasolina en la sangre”. Su pasión por los automóviles y por el motor fue una constante que lo impulsó a llevar adelante sus proyectos contra toda adversidad. [[OBJECT]]
Los entendidos dicen que la adquisición de la mayoría del fabricante de camiones MAN, planeada durante años y concretada en el 2011, así como la pugna con Porsche hace tres años, son obra de Ferdinand Piëch.
El empresario tiene muchas caras. Parco en público, el patriarca de Volkswagen comenzó su carrera en 1963 como ingeniero en Porsche. En 1972 se pasó a Audi, donde fue escalando posiciones hasta hacerse con la responsabilidad completa del área técnica y después con la presidencia de la subsidiaria de VW.
La transformación de Audi a fabricante de vehículos del segmento superior y de lujo y líder de tecnología hubiera sido casi imposible sin la ayuda de Piëch. Fue quien impulsó el motor de cinco cilindros y el proceso de reducción del peso de carrocería. También se asocia su nombre con el desarrollo de un auto que recorre 100 kilómetros con un litro de combustible, así como del superdeportivo Veyron de la marca Bugatti.
Este ingeniero nacido en Viena también tiene fama de despiadado para con sus rivales. Ahuyentó de la presidencia ejecutiva de Volkswagen al ex mánager de la rival BMW Bernd Pischetsrieder a finales del 2006 para poner en su lugar a uno de sus principales allegados, el ex jefe de Audi Martin Winterkorn. En 1993, Piëch tomó las riendas de Volkswagen en medio de una grave crisis en la que se temían despidos masivos.
Ayudado por su jefe de personal, Peter Hartz, junto con el comité de empresa y los sindicatos, introdujo la semana de cuatro días que evitó la eliminación de puestos a gran escala.
En esa época fichó al español José Ignacio López para sanear con éxito las cuentas de la automotriz que espera convertirse en la número uno del mundo en el 2018. Piëch dejó la labor ejecutiva en el 2002 para convertirse en el máximo supervisor del consejo de vigilancia del grupo.
Hoy sigue siendo la figura determinante en Volkswagen y nada se decide sin su visto bueno. Pero esta hegemonía le ha valido muchas críticas. También su estrategia de ampliar la gama de modelos con la adquisición de marcas de lujo como Bentley y Bugatti y la fabricación del modelo Phaeton despertaron recelo.
Pero todo eso parece preocupar poco al patrón de Volkswagen porque también dio importancia a la expansión en el sector de vehículos compactos con marcas como Seat y Skoda. Al final, Piëch siempre tuvo un objetivo, más allá de la clase, el precio o la imagen de la marca, el de ‘construir autos’, su hobby preferido.
Fuente: DPA