Con su victoria en el flamante Gran Premio de las Américas, Lewis Hamilton hizo más que lograr su cuarta victoria de la temporada y despedirse a lo grande en vísperas de su salida de McLaren.
También estiró la definición del título de pilotos a la última prueba del año, mañana en Brasil.
Lewis tenía una cuenta pendiente con la victoria, luego de que la fiabilidad de su veloz MP4-27 le jugara malas pasadas en Alemania, Singapur y Abu Dhabi. El británico lideraba esta última carrera cuando un fallo en la bomba de combustible le obligó a abandonar en la vuelta 19, heredando el triunfo al finlandés Kimi Raikkonen.
Al sobrepasar a Sebastian Vettel en la vuelta 43 de la carrera estadounidense, Hamilton dio un respiro a Fernando Alonso, quien apenas cedió tres de los 10 puntos que pudo sacarle Vettel, si hubiera ganado.
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Curiosamente, cinco años después de mantener una tensa relación como compañeros de equipo en McLaren, Hamilton y Alonso parecen haber limado asperezas y encontrado múltiples virtudes deportivas el uno en el otro.
En un punto de la temporada en curso, cuando el español lideraba el torneo y el inglés era su escolta, Alonso llegó a decir que Hamilton era el rival al que más respetaba.
Tiempo después, cuando Vettel empezó a recortar la ventaja que Alonso había acumulado en la clasificación general, Hamilton le devolvió el cumplido al declarar que consideraba que el piloto de Ferrari era quien merecía ganar el título.
Antes de la última carrera, Hamilton aseguró que si sus resultados podían ayudar a uno de los pilotos que disputan el campeonato, esperaba que fuera a Alonso. Talvez sin proponérselo, su deseo se cumplió.
Vettel y Alonso llegarán mañana a Interlagos en diferentes situaciones: el alemán estará presionado por ganar pero encontrará la oposición de Massa, de Hamilton y la del propio Alonso, que en este punto no tiene nada que perder.
Como ingrediente adicional, la previsión meteorológica da cuenta de que lloverá sobre el trazado, lo cual, teóricamente, significaría una ventaja para el español.