La sala del hogar de Hernán Ampudia atesora un ambiente encantador, pero también nostálgico. En una de las paredes reposan, como testigos de lejanas glorias, decenas de trofeos y placas.
Don Hernán nos recibe jovial, como si sus 82 años pasaran inadvertidos por la tibia tarde quiteña. Su hijo, Vinicio, lo acompaña para, de vez en cuando, refrescar esos recuerdos que viven en su memoria.
¿Cómo llegaron los autos y las carreras a su vida?
Yo siempre he sido mecánico automotor. Me inicié en esta profesión por un tío político que tenía un taller. Desde la primera vez que trabajé con los fierros, muy joven por cierto, me apasioné por esta actividad. A esta mecánica venían los corredores de aquella época para preparar sus autos y luego yo también quise correr. Sin embargo, fue en 1957 cuando me vinculé a la competición como copiloto de Luis Silva Buitrón, en una Vuelta a la República del Ecuador.
¿Cuáles son sus primeros recuerdos en la competición?
Bueno, las Vueltas a la República de finales de los cincuenta y de principios de los sesenta. Nunca gané una Vuelta, pero sí tengo varios segundos y terceros lugares. Pero tampoco me quedaba fuera, casi siempre terminaba las carreras, tanto de ruta como de circuito, gracias a los conocimientos de mecánica que tengo. Fui campeón nacional de automovilismo en 1966, al mando de un Fiat 600. Luego gané otro campeonato nacional en 1974, pero con un Alfa Romeo GTA. En ese año, recibí un trofeo desde Italia (foto arriba), de la propia marca, por haber logrado el título de campeón. Este es uno de los mejores recuerdos de mi carrera.
¿Y los colegas de su época?
Bueno, están Luis ‘Loco’ Larrea, que era uno de los más experimentados. También recuerdo a Fausto Merello, Guillermo Ortega, Alfredo Santacruz y años más tarde a Hugo ‘Chino’ Sosa, entre otros. Siempre tuve una excelente relación con todos. Éramos amigos dentro y fuera de las pistas, por eso me dieron el título de Caballero del Volante.
¿Cómo calificaría al automovilismo de esos años?
Era impresionante y, para mí, el mejor de todos los tiempos en Ecuador. Había muchas competencias, tanto de ruta como de circuitos. Los torneos estaban muy bien organizados, se llevaban registros de los pilotos y sobre todo la afición era increíble. En cada ciudad que había carreras la gente se volcaba a las calles para aplaudirnos y disfrutar del espectáculo.
¿Cuáles fueron sus participaciones internacionales?
Mi primera salida al exterior fue con Luis Larrea a la Argentina, en 1962. Participamos en el Gran Premio Internacional Standar de Turismos. Fue una carrera de ruta en la que manejé un Mercedes Benz y tuvimos como director del equipo a Juan Manuel Fangio. Un logro internacional muy importante para mí fue el vicecampeonato bolivariano de automovilismo, en la modalidad de circuitos, que se corrió en cuatro pruebas de seis horas cada una, en las ciudades de Caracas, Bogotá, Quito y Lima. Ese torneo lo corrí, en los sesenta, en un Alfa Romeo preparado por mí. También participé tres veces en la carrera de ruta Los Caminos del Inca, en Perú, con Hugo Sosa y Jorge Sechini, en un Peugeot.
¿Hay algún secreto para ser un buen preparador?
Básicamente hay que conocer muy bien al carro y tener creatividad para improvisar al momento de cambiar piezas. En mi caso, yo conocía perfectamente a las marcas italianas porque en mi taller se reparaban autos Fiat y Alfa Romeo. Además, trabajé pata la Chrysler y para Ford y esa experiencia me sirvió para entender el funcionamiento de los autos y así mejorar su desempeño para la competición.
¿Qué recuerdos le trae la pista de Yahuarcocha?
Muchos. Estuve en la inauguración del autódromo, en la conmemoración de los 25 años del circuito ibarreño y fui el segundo mejor clasificado ecuatoriano en las famosas 12 Horas Marlboro, en 1974.
¿Una anécdota en especial?
Tengo una muy curiosa, una vez no hubo Vuelta a la República, sino una carrera por la Sierra Central del país y en esa ocasión el auto se dañó. Tuve que reconstruir la caja de cambios cambiando rulimanes por pedazos de tubo y así gané la etapa Riobamba-Quito. Por eso recibí un premio de los organizadores. Este hecho recibió más cobertura de la prensa y fui reconocido por la afición mucho más de lo que fue el ganador de la propia carrera. También recuerdo el accidente que tuve en las Mil Millas Lagarto, un rally nacional donde afortunadamente salí ileso pese a que el auto quedó prácticamente destrozado.
¿Qué le ha dejado el mundo del automovilismo?
Me ha dado muchas satisfacciones personales. También he obtenido algunos premios económicos, aunque solo sirvieron para ayudar con los gastos que implicaba ser corredor de autos: preparación del carro y también acondicionamiento físico que es fundamental. Uno de mis mejores legados fue la alegría de, en mi primera carrera, haberle ganado a la gran figura de ese entonces Luis Larrea. Yo era un novato y le gané al mejor.