Los ambateños dicen en tono jocoso que tienen una ciudad “de primera, porque si meten segunda los multan”, en alusión a la gran cantidad de implacables dispositivos de control de la velocidad que están repartidos por toda la urbe.
En Quito sucede algo parecido, solo que el riesgo no es que nos multen sino que dañemos una llanta, un aro o un amortiguador, ante la inverosímil cantidad de baches que en las últimas semanas han aparecido en las calles por efecto de las lluvias.
Norte, centro, sur, periferias… Ningún sector de la ciudad se salva de esta situación, que no solo atenta contra la integridad de todo tipo de vehículos, sino que también complica aún más el ya caótico tránsito urbano, sobre todo en horas pico.
Y el panorama es poco alentador. Hace unos días, en una entrevista televisiva, un alto funcionario municipal reconoció que un gran porcentaje del asfalto de las vías de Quito llegó al final de su vida útil, pero no hay los recursos para reemplazarlo. Por otro lado, toda la atención del Cabildo parecería estar concentrada en la construcción del Metro.
Las tareas de bacheo son urgentes, aunque de antemano se sabe que se trata de un remedio pasajero. Solo nos queda ser pacientes y prudentes.