Los accidentes de tránsito suelen tener múltiples causas y una de ellas es la impericia, que se entiende como la falta de habilidad o conocimiento para resolver una dificultad. Y un conductor puede protagonizar un incidente por acción o por omisión, pues ambas se incluyen dentro de la misma categoría.
Además de conocer muy bien su propio auto o el que conducen habitualmente, las personas deben tomar precauciones elementales cada vez que -por una u otra razón- se ponen al volante de otro, pues aunque el principio de conducción es el mismo, el comportamiento y las reacciones pueden ser radicalmente diferentes.
No es lo mismo, por ejemplo, pasar de un compacto de menos de 4 metros a una camioneta de doble cabina de 5 metros. Además de la obvia diferencia de longitud, que obliga a tomar las curvas de una manera distinta (más abierta en el segundo caso), se deben tener muy en cuenta los cambios de ancho y altura, pues todas esas características inciden directamente en la manera cómo el vehículo responde en una determinada situación. Conviene, en esos casos, tomarse un tiempo e indagar sobre todo aquello con el usuario habitual del vehículo.