La iglesia central domina el paisaje local como en casi todas las poblaciones de la Sierra. Foto: Telmo Arévalo
Esta apacible y simpática población, ubicada en las estribaciones occidentales de la cordillera de los Andes, en la provincia de Cotopaxi, está rodeada por la reserva ecológica de Los Ilinizas. Pese a estar a una altitud de 2 880 msnm, su clima no es frío como correspondería, sino que, por el contrario, disfruta de un ambiente templado muy agradable.
Al ser una típica población serrana, las casas de Sigchos están construidas mayoritariamente en adobe y con techumbre de tejas, al más puro estilo español, ofreciendo al visitante un colorido y vistoso panorama que resulta muy agradable. Sin embargo, modernas construcciones de hormigón armado y bloques de cemento nos hacen percatar que Sigchos mira al futuro con optimismo.
Su gente, dedicada mayoritariamente a la agricultura y ganadería, comercia desde hace siglos (aprovechando su ubicación tan estratégica) tanto con las ciudades de la Sierra como con las de la Costa, puesto que los ríos Toachi y Pilatón cruzan muy cerca del poblado.
Quesos de primera calidad y preparaciones hechas a base de maíz en sus diversas presentaciones, papas, habas y fréjol, acompañan especialmente al cuy como su comida principal.
También se consume carne de res, cerdo, conejo y pollo, ofreciendo una variedad culinaria muy sabrosa y sustanciosa.
A pesar de que Sigchos se ubica a solo 115 kilómetros de Quito, muy pocas personas conocen o visitan esta ciudad. La carretera está asfaltada en su totalidad, y en un tiempo promedio de dos horas y media se puede llegar hasta allí.
Si tomamos la Panamericana Sur, deberemos conducir nuestro vehículo hasta la población de Lasso, y desde allí viraremos a la izquierda y tomaremos la vía que conduce a Sigchos, cruzando por Toacazo. Desde ese punto, hasta nuestro destino final, hay una distancia de 45 kilómetros o una hora de viaje.
En el camino vale la pena estar atentos, ya que tanto el volcán Cotopaxi, por un lado, como el Iliniza Sur, por el otro, forman parte del atractivo del viaje, en especial este último, que nos permite observarlo desde ángulos poco conocidos, muy impresionantes.
Hermosos paisajes con ríos, campos con sembríos variados, bosques que en ocasiones están rodeados de neblina, flores de hermosos colores, aves y otros pequeños animales silvestres se pueden observar muy fácilmente. En realidad el disfrute se da en todo el trayecto, siendo la llegada al pueblo la “guinda del pastel”.
La población de Sigchos considera su benefactor a San Gabriel Arcángel, lo que ha hecho que una estatua de dicho personaje se haya construido a la entrada de la población. En el parque principal, aparte de la consabida iglesia católica, muy bonita, también encontramos un monumento al campesino montuvio montado sobre un caballo y cargado de panela, lo cual ratifica su manera de trasladarse en la antigüedad (e incluso hoy), para transportar sus productos hacia destinos muy distantes.
En Sigchos encontraremos atractivas artesanías, una feria multicolor típica, repartida en cuatro plazas, donde el bullicio y el comercio de productos de la zona son parte de su esencia. También hay comida propia de esa ciudad como el runahucho, que es un plato que lleva mote, papas, tortilla de huevo, una salsa hecha con maíz y habas, queso y cuy frito o asado, acompañado de bebidas diversas como el morocho de leche con dulce o la chicha de morocho.
Caldos de gallina criolla, la infaltable fritada de cerdo, empanadas de viento y choclos con habas y queso, también complementan la deliciosa oferta gastronómica. Es decir, nadie se quedará con hambre si visita Sigchos.
Además, los alrededores de este poblado también ofrecen múltiples atractivos, como el cañón del río Toachi, cascadas como la de Licamancha y Zarapullo-Capullo de Algodón, y el cercano cráter del Quilotoa, donde los visitantes pueden hacer caminatas y paseos a caballo para que su visita a Sigchos sea una experiencia memorable.
No hay que olvidarse de llevar ropa abrigada y paraguas, ya que la lluvia puede acompañarnos sin haber sido invitada. Hasta la próxima.