Desde el pasado 30 de octubre, el Salón del Automóvil de Tokio pone en escena las más novedosas creaciones de la industria automovilística mundial, particularmente de la japonesa. A juzgar por una buena cantidad de prototipos presentados, el futuro de la automoción definitivamente apunta a que el conductor ceda su puesto y función a los sistemas autónomos de inteligencia artificial.
El principal argumento para que los fabricantes estén empeñados en crear vehículos que se manejen solos es reducir prácticamente a cero los accidentes de tránsito. Para ello, se requiere crear dispositivos capaces de anticiparse a todo tipo de riesgos en la vía, y también minimizar las consecuencias para los ocupantes ante la eventualidad de que una colisión resulte inevitable.
De esa manera, el ocupante (ya no conductor) podría leer el periódico, trabajar o hasta tomar una siesta mientras se dirige a su destino, pues la movilización correría por cuenta del vehículo.
Ese escenario potencial plantea muchas interrogantes, una de las cuales es ¿qué pasará entonces con el placer de la conducción? Por el bien de todos quienes disfrutan de ponerse al volante, los vehículos autónomos deberían ser solamente una opción.