Para los quiteños, vivir rodeados de volcanes es un privilegio desde el punto de vista estético, pues las diferentes cumbres que se pueden apreciar desde la ciudad convierten al paisaje andino en un verdadero espectáculo.
No obstante, esta condición implica riesgos latentes con los que hay que aprender a convivir. La reciente activación del volcán Cotopaxi nos recordó que la caída de ceniza puede causar muchos problemas tanto para la salud de los seres vivos como para la integridad de algunos bienes, y particularmente de los vehículos. Y aunque la ceniza impregnada sobre las superficies de un auto luce similar a una capa de polvo, la realidad es muy diferente.
La ceniza volcánica está compuesta por partículas de roca, lava petrificada, vidrio, y también podría contener azufre. Esta combinación resulta muy abrasiva y puede rayar la pintura, los metales, los vidrios, los plásticos y las piezas de caucho. Para removerla, conviene echar abundante agua sobre el vehículo con una manguera.
Por ningún motivo intente limpiarla con un paño, seco o húmedo. El despertar del coloso seguramente implicará nuevas expulsiones de ceniza. Los autos, como las personas, requieren cuidados preventivos y correctivos.