Durante los primeros meses de este año, Quito soportó un crudo invierno que hizo sentir sus efectos en muchas calles, cuya capa asfáltica cedió ante la fuerza y recurrencia de los aguaceros.
Baches, agrietamientos y hasta hundimientos fueron el resultado de una estación que castigó la infraestructura vial capitalina, que en algunos sectores ya estaba sentida por el intenso flujo vehicular que diariamente debe soportar.
No obstante, en mayo el clima empezó a cambiar. Si bien el sol no termina de salir a plenitud, las lluvias se redujeron considerablemente en frecuencia y en intensidad, esto sugiere que la llegada del verano está cada vez más cerca. Sería, entonces, un buen momento para que el Municipio capitalino planificara y pusiera en inmediata ejecución un plan de rehabilitación vial integral en la ciudad, pues el estado actual de las vías lo amerita.
Además de que la estación seca permitiría que los trabajos se realizaran con mayor agilidad, es de esperar que esa condición también mejore la calidad de las reparaciones, pues el material utilizado podría secarse, compactarse y ofrecer una durabilidad que, en el peor de los casos, debería extenderse hasta que llegue el próximo invierno.