Los medios de transporte convencionales son de gran importancia para la vida de las personas y el desarrollo de la sociedad. No solo permiten que la movilización, de personas o de objetos, sea rápida sino también eficiente.
Automóviles, buses, camiones, motocicletas, entre otros vehículos, forman parte de este grupo de máquinas que facilitan las actividades de la gente. No obstante, al ser aparatos mecánicos requieren de cuidados periódicos que no deben pasar por alto.
Una de las atenciones más importantes es la utilización y el cambio de aceite del motor. Esta pieza es considerada en cualquier vehículo como el ‘corazón’ y la base de su funcionamiento. Al ser un componente muy grande y compuesto de muchas piezas, que trabajan constantemente y que están sometidas a un proceso de fricción importante, requiere de la mejor
lubricación posible para preservar todas estas partes en perfecto estado.
El aceite es uno de los elementos vitales en esta tarea ya que cumple con dos funciones primordiales: evitar al máximo el desgaste de las piezas del propulsor y mantener una temperatura adecuada en su interior. Para cumplir con el primer objetivo, el lubricante debe poseer características que le permitan adherirse a cada una de las piezas del motor y recubrirlas. De esta forma las protege y reduce la fricción.
Mientras que para cumplir con su segunda tarea, el aceite tiene propiedades especiales que disipan el calor con el fin de mantener una temperatura ideal en el interior. A pesar de que existen otros mecanismos para regular la temperatura del motor, como los sistemas de enfriamiento y de escape, el lubricante es importante ya que trabaja sobre componentes que no son alcanzados por los otros mecanismos existentes.