Los dirigentes de los clubes se distanciaron el último mes. La salida de Luis Chiriboga de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) originó que se abrieran dos frentes: Quito y Guayaquil, por ver quiénes tienen más votos
e influencia.
Ese no tiene que ser el objetivo de los dirigentes. Es lo contrario. Están en la obligación de reconstruir la precaria imagen que arrastró al país al escándalo FIFAgate, de encontrar soluciones para salir de la crisis económica que atraviesan los clubes, legislar e impulsar un nuevo modelo estructural, independiente del que predominó con Chiriboga en la FEF.
Y es vital que los líderes del movimiento que promueven la Asociación de Fútbol Profesional del Ecuador vuelvan a sentarse para replantear este ambicioso proyecto y también transparentar los motivos que originaron el distanciamiento.
La continuidad de Carlos Villacís, Álex de la Torre y Rómulo Aguilar, que estuvieron 18 años junto a Chiriboga en la Federación, es una apuesta arriesgada de los dirigentes de los clubes que los respaldan.
Lo salomónico sería que los reemplacen en un congreso extraordinario. Es necesario, porque
ellos nunca disintieron,
ni criticaron las políticas que rigieron con Chiriboga. Y una muestra es que siguieron indicaciones
de sancionar a directivos por caprichos.
Es hora de ir consensuando conceptos, de encontrar cuadros de dirigentes, entre Quito y Guayaquil, para la nueva FEF.