Frank Dancevic se apoyó sobre la baranda y durante algo más de medio minuto todo desapareció: su rival, el público, la cancha 6 y ese día de tenis infernal que amenazó con derretir a jugadores y espectadores en el Abierto de Australia.
Pero cuando el canadiense despertó de ese breve desvanecimiento, la ola de calor seguía ahí. Y empeoraría hasta los 42,2 grados marcados a las 17:45, un momento en el que había 17 partidos en desarrollo y que dio pie a visiones extrañas.
“Vi a Snoopy. Comencé a alucinar un poco en el primer set. Pensé: ‘Esto es raro'”, admitió el canadiense tras caer 7-6, 6-3 y 6-4 ante el francés Benoit Paire. “Pero continué jugando, no es nada importante ver eso.
Luego, en la mitad del segundo set, ya no podía mantener el equilibrio, me dejé caer sobre la baranda junto a la cancha. Cuando desperté había mucha gente a mi alrededor”.
El canadiense fue muy crítico con la decisión del torneo de jugar con normalidad. “Es realmente peligroso y no creo que sea correcto enviar a la gente a jugar. Pero es así, hasta que alguien muera. El sol calienta el cuerpo, quema el cerebro”.
El español Rafael Nadal, número uno del mundo, necesitó un set para derrotar por 6-4 y abandono -no por razones de calor- al australiano Bernard Tomic en el final de la tarde.
Aunque intentó mostrarse prudente alegando no ser médico, el ocho veces campeón de Roland Garros también crítico la decisión de no parar el juego. “En estas condiciones, disputar partidos al mejor de cinco sets me parece un poco excesivo, peligroso para la salud”.
“Había que buscar la forma de sobrevivir”, sintetizó el argentino Juan Martín del Potro, que sufrió claramente en el 6-7, 6-3, 6-4 y 6-4 sobre el estadounidense Rhyne Williams.
Durante el partido de Del Potro la temperatura marcó el máximo del día, esos 42,2 grados que bien podrían ser superados en las próximas 72 horas, ya que la ola de calor se extenderá hasta el viernes.
El que están sufriendo los tenistas es un calor seco, típico del verano en el sur de Australia, una masa caliente que llega a la costa desde el Outback, el enorme desierto en el corazón del país. Uno de los más afectados por las altas temperaturas fue el estadounidense John Isner, que abandonó cuando perdía 6-2 y 7-6. Nada que llegara por sorpresa en una jornada en la que se jugaron 64 partidos.
“Será uno de los inicios más calurosos en la historia del Abierto”, había destacado ya el domingo The Sydney Morning Herald, aunque Richard Carlyon, veterano meteorólogo australiano, aseguró que no se quebrará el récord de 1908, con cinco días consecutivos a más de 40 grados ni tampoco se alcanzarán los 45,8 de 1939.
Roger Federer, que superó el debut con un 6-4, 6-4 y 6-2 sobre el australiano James Duckworth, jugó a pleno sol en la central, pero manejó todo con serenidad suiza.
“Es un tema que al final se puede convertir en algo muy mental: aceptar que hace calor, y que el calor es para los dos”, dijo el jugador de 32 años.
Del Potro coincidió: “Exacto. Yo sufría el calor, pero también miraba del otro lado de la red a mi rival que sufría lo mismo. Trataba de pensar en muchas cosas que me ayudaran”.
La organización del torneo admitió que las temperaturas tuvieron incidencia en el juego, pero destacó que no fue necesario poner en marcha la política de ‘”calor extremo”.
“Las condiciones fueron calurosas e incómodas, el relativamente bajo nivel de humedad aseguró que las condiciones de juego nunca se deterioraran hasta el punto de ser necesario recurrir a la política de calor extremo”, dijo Wayne McKewen, árbitro general del torneo.