Antes de salir tenía temor. En la partida estaba mi amigo el colombiano Orlando Cortez, dos veces campeón mundial en estas pruebas. Por eso, el reto era mayor.
Dije que si conseguía uno de los tres primeros lugares, el esfuerzo era válido. Por eso estoy seguro que Dios me ayudó a ganar.
La competencia con Cortez arrancó en una área plana. Pasamos la 5 de Junio y antes de salir por la curva a la Gran Colombia me desprendí. No logré controlar la silla y estuve a punto de estrellarme contra un muro. Pienso que ahí estuvo Dios porque logré parar y sin perder tiempo me recuperé. A cada momento, miraba el velocímetro para medir el tiempo, en cada tramo. Cortez iba detrás mío y sentía que me alcanzaba. Pensé que él es mi amigo pero estábamos en una competencia y me esforcé más. En eso me sentí muy cansado.
En la Montúfar estuve a punto de chocarme con la gente que veía desde la vereda. Sentí que me viraba, pero a tiempo logré controlar mi silla de competencia.
En ese instante pensé en caídas que he tenido en otras competencias y no quería que eso me ocurriera. Tome fuerzas y continué. Sentí la motivación de la gente en las calles. Ellos me aplaudían y me daban ánimos.
Pero en la 6 de Diciembre un fotógrafo se atravesó. Los policías le pidieron que se haga a un lado, pero no hizo caso. Eso me obligó a frenar y perdí tiempo.
El último susto lo sentí cuando faltaban 400 metros para culminar la competencia. Me equivoqué y tomé el lado contrario del ingreso al estadio. Por el esfuerzo que hice para nivelar el triciclo, la llanta delantera explotó. La gente que estaba en los costados se asustó y pidió ayuda. No quería perder, sabía que Cortez estaba cerca y decidí ingresar así con la llanta dañada. En el estadio, la gente de los graderíos me aplaudió. Levanté las manos y le dediqué el triunfo a mi esposa Dalila y a mi hija Adriana. Ellas me abrazaron y se tomaron fotos conmigo.
En ese momento sentí que el esfuerzo valió la pena. El año anterior hice un tiempo de 37 minutos con 22 segundos (37:22:00). Todavía no sé qué tiempo me demoré esta vez (lo dijo a las 12:00).
Un reto personal era ganarle a Cortez, quien llegó segundo. Él me dio un abrazo al final.
Este triunfo se le debo al profesor Juan Araujo. Con él salíamos todos los días desde las 05:00 a entrenar en el parque La Carolina. Los apoyos de la empresa privada, del Municipio de El Empalme y de la Asociación de Discapacitados fueron fundamentales.
Para nosotros, las personas con discapacidad es complicado que alguien quiera auspiciarnos en las diferentes pruebas.
Siempre se buscan a deportistas élites que luzcan los uniformes y los patrocinios. Esta vez fue diferente, la empresa privada confió en mí y yo no les defraudé.
Esta competencia la gané y la voy a disfrutar junto con mi familia. Luego pensaré en las próximas pruebas que tengo en Colombia. Una de ellas será el 4 de julio, que es una media maratón. Voy a entrenarme muy duro para conseguir un triunfo para el país.