Jesús Montesuma (izq.), junto con su esposa y dirigida Belkis Mota.Fotos: archivo personal
Belkis Mota sufre deficiencia visual que no fue diagnosticada en su infancia. Recién a los 22 años empezó a sentir los efectos de una degeneración progresiva. Lo asumió con calma, dejó de ser una nadadora convencional y pasó al deporte adaptado.
Ahora tiene 37 años y se alista para representar a Venezuela en sus cuartos Juegos Paralímpicos, programados para este año en Tokio, Japón. Se estrenó en Pekín 2008, luego compitió en Londres 2012 y en Río de Janeiro 2016.
Hasta sus primeros años de Universidad, Mota leía la pizarra y veía la línea de los cuadernos sin dificultad. “Luego empecé a ver distorsionado, borroso y me tocó adaptarme”. Terminó sus estudios superiores con el título de licenciada en Cultura Física.
Como nadadora del deporte adaptado se estrenó en el 2007, en los Parapanamericanos en Río. En ese entonces, recuerda, “tenía bastante alcance de la vista, pero ha ido degenerándose poco a poco”. En la actualidad se guía por las carrileras, porque le cuesta ver las rayas en la piscina.
Hace tres semanas, el Comité Paralímpico Venezolano oficializó su clasificación para Tokio en los 100 metros libre, categoría S12. La marca mínima la hizo en los Parapanamericanos 2019 de Lima, en donde ganó dos medallas de bronce (50 y 100 m libres).
Sin embargo, esos no son sus mejores resultados. En los Juegos Paralímpicos de Pekín 2008 y Londres 2012 terminó quinta en 100 m mariposa. El 2015 ganó dos medallas de oro en Juegos Parapanamericanos, con récord de campeonato en 50 m y 400 m libres
La nadadora está radicada en Cuenca desde hace dos años. “Vinimos a Ecuador buscando una mejor calidad de vida”. Lo hizo en compañía de su esposo y técnico, Jesús Montesuma. Tienen un hijo de 9 años, Aarón, quien sigue la pasión de sus padres: la natación.
Mota y Montesuma son nacidos de Caracas y ya cumplieron 12 años de casados. Ella dice que tener a su esposo como técnico es complicado porque, a veces, “se presentan roces cuando no se cumple con sus exigencias”. Sin embargo, la relación se mantiene gracias al diálogo.
Ellos se conocieron hace 16 años, cuando se entrenaban juntos y luego se convirtieron en entrenadores de un club caraqueño. Él, hace dos años, se sumó al cuerpo de entrenadores de la escuela de natación de los hermanos Enderica en Cuenca y desde entonces, dirige a su esposa y a los alumnos de diferentes edades.
Según Xavier Enderica, gerente de la escuela de natación, Mota fue acogida con afecto, como ocurre con todos los alumnos. La define como “una nadadora completa, con grandes resultados”. El hecho de haber competido en tres Juegos Paralímpicos, resalta, la pone en un nivel superior.
La braceadora tiene el respaldo económico del Ministerio del Deporte y del Comité Paralímpico Venezolano. Evita dar cifras de cuánto recibe, pero asegura que está en la máxima categoría del alto rendimiento. Además, las entidades cubren los gastos para los certámenes internacionales.
Detrás de su cuarta clasificación a los Juegos Paralímpicos existe mucho sacrificio y disciplina. “Me considero una luchadora, me esfuerzo cada día por representar de la mejor manera a mi país”. Ella es la única nadadora venezolana paralímpica con cupo para Tokio.
Con cierta resignación asume que su retiro está cerca y que pudiera ser luego de los Paralímpicos. Sin embargo, no se alejará de los escenarios porque tiene un proyecto como entrenadora de deportistas paralímpicos, en triatlón.
Origen. Nació en Caracas, Venezuela, el 29 de noviembre de 1982.
Éxitos. Terminó quinta en Paralímpicos Pekín 2008 y Londres 2012 en 100 m mariposa, así como séptima y octava en los 100 m libre. Ganó dos medallas de oro en los Juegos Parapanamericanos.