Los directivos del Barcelona se pusieron al lado extremo. Ellos ya no aceptan críticas, les incomoda que digan que su equipo juega mal, que su técnico Juan Manuel Llop es un maniquí y que solo ejecuta órdenes de su director deportivo; que los hinchas exijan…
Hoy, ellos viven en una burbuja. Se ufanan de haberse clasificado a la Copa Sudamericana, estar entre los primeros del torneo local, de institucionalizar el club… Esos argumentos son pobres porque Barcelona se merece mucho más que eso. Es el equipo con más fanáticos y la mejor marca del fútbol en el país. Lamentablemente las malas administraciones de sus directivos lo llevaron a la crisis en la que se encuentra.
Por eso es perverso culpar a los periodistas costeños y serranos de su realidad. Los directivos, en general en todos los clubes, se acostumbraron a las lisonjas, permanecer en los espacios de la radio, TV y periódicos. Ahora les perturba, como es el caso de Eduardo Maruri en Barcelona, que saquen a la luz los desaciertos. Lo más sensato es que la autocrítica vaya por el camino correcto de una reestructuración integral de las divisiones formativas, administrar mejor los recursos y reforzar el equipo de fútbol con mejores jugadores nacionales y extranjeros, especialmente estos últimos.