Nadie lo planteó en voz alta, pero en la extraña tarde en la que el superclásico entre el Real Madrid y el Barcelona fue un fantasma de sí mismo, el “¿qué estamos haciendo aquí?” era una pregunta perfectamente lógica, tanto, que terminó clavándose como un puñal en el sufriente club catalán.
Porque al final, el partido importó, y mucho. Lo último que necesitaba era sumar una nueva derrota, caer 2-1 ante el mayor de sus rivales, lo último que quería exhibir y confirmar es que sigue dudando, que duda cada vez más. Y que está cada vez más lejos de lo que fue.
Bastó con ver al arquero Víctor Valdés insultando al árbitro al final del partido. Eso no le pasaba al ‘Barça’ de los cuatro inolvidables años de Josep Guardiola, un técnico que, a diferencia del actual, (casi) nunca hablaba de árbitros y arbitrajes en público.
Valdés al árbitro al recriminar un penal no cobrado al final del encuentro disputado en el Santiago Bernabéu. Muy poco presentó el ‘Barça’, al menos está muy lejos de la imagen que los catalanes mostraron en las últimas temporadas.
Tan lejos de lo que supieron ser, que tras el partido el Barcelona debió escuchar cómo Pepe, el jugador blanco más aborrecido por los hinchas, ponía el dedo en la llaga: “He visto situaciones del ‘Barça’ que jamás esperaría”.
Pero el “nuevo” Barcelona es así, vive en lo inesperado: perdió tres de sus últimos cuatro partidos y perdió, sobre todo, el rumbo, la seguridad y la alegría. Los momentos de grandes dudas se reflejaron ayer en el casi ausente ‘Lio’ Messi: marcó por decimosexto partido en la Liga, sí, e igualó también a su compatriota Alfredo di Stéfano con 18 goles como máximo anotador en el superclásico. Pero ahí se acabó todo: el resto de la tarde vio al argentino perdido y abúlico como pocas veces con la camiseta azulgrana.
Todo es diferente en el Real Madrid, con la mente puesta en el choque del martes ante el Manchester United, la noche que puede convertir su temporada en un camino al gran éxito o en la certificación de un fracaso. Por eso José Mourinho optó por presentar la defensa titular y acompañarla de un elenco de suplentes en el medio campo y la delantera, pero todos salieron felices, relajados, contraste con el equipo visitante.
Y los suplentes del Madrid le ganarían a los titulares del ‘Barça’. Porque excepto el lesionado Xavi, estaban todos. Y en la mente repicando el 12 de marzo, ese choque en el Camp Nou ante el Milan que será la medida de muchas cosas, más allá de la que se perfila como arrolladora conquista del título de la Liga española.
La ventaja sobre el Madrid es ahora de 13 puntos. Una enormidad, aunque nunca semejante diferencia se disfrutó tan poco. “La liga es menos difícil que a 16”, se permitió alardear Sergio Ramos.
Al inicio, el público blanco también se preguntaba qué hacía ahí. Lo importante había pasado el martes con el 3-1 ante el archirrival en el Camp Nou. Lo de ayer era un relajado añadido, potenciado por el hecho de que se jugaba a las cuatro de la tarde y con el suave sol del final del invierno bañando medio Santiago Bernabéu.
Los partidos importantes entre clubes casi nunca son acompañados por el sol, necesitan la noche y el uso de luces artificiales para ser tomados en serio. ¿Qué estamos haciendo aquí?, se preguntaban el puñado de hinchas del Barcelona en un extremo alto del fondo norte del Bernabéu, más cuando vieron los goles de Karim Benzema apenas iniciado el cotejo y luego sentenciado por Ramos.