El manabita José Farías, de 30 años, se prepara para el Ironman 70.3 de Manta en una bicicleta prestada. Él no ha podido comprarse una propia, pero eso no ha impedido que cada mañana se ejercite para completar el triatlón internacional de 113 km que se realizará el 31 de julio.
El ‘Chivo’, como lo conocen en Bahía de Caráquez, ya estaba listo para cubrir esa distancia en el 2015, en la primera edición de esa competencia, pero no encontró el apoyo suficiente para pagar la inscripción y competir.
Este año, tras el terremoto del 16 de abril que devastó gran parte de la ciudad, incluida una parte del hotel en el que antes trabajaba, este deportista tampoco está seguro de conseguir lo necesario para la inscripción, pero no pierde la esperanza. Por eso no deja de ejercitarse cada día antes de acudir a sus labores en la construcción de una hostería cerca de esta localidad. Esa es su nueva labor tras el movimiento telúrico que afectó a buena parte de Manabí y del sur de Esmeraldas. “El deporte es maravilloso, siempre he practicado y sigo gracias a personas que me apoyan y también a mi entrenador, Henry, que me inculca a seguir adelante. Me dice que no pierda la humildad y la sinceridad”.
El atlético manabita se refiere al estadounidense Henry Wonsey, el bombero jubilado que ayudó a decenas de personas en las tristes horas posteriores al terremoto. El rescatista reside en Bahía desde hace casi siete años e imparte clases deportivas gratuitas al aire libre, por las mañanas y por las noches. Su principal objetivo es que los habitantes de la ciudad mejoren su estado físico y emocional gracias a la ejercitación regular.
José Farías (der.), se ejercita en Bahía de Caráquez con Henry Wonsey (izq.), un bombero jubilado que guía de manera gratuita un grupo de entrenamiento.
Wonsey ‘saca el aire’ a sus pupilos, porque sus entrenamientos funcionales están enfocados para trabajar muchos grupos musculares en pocos minutos. Por eso en esta agrupación se combinan trotes con flexiones de brazos, abdominales y decenas de variantes de posturas para fortalecer las piernas, los hombros, la espalda… ellos trabajan con el peso del propio cuerpo.
“Aquí hacemos lo que es puro ejercicio, para coger potencia, y cuando salgo de aquí voy a trotar. Los fines de semana hago ruta larga en bicicleta”, contó el deportista que suele desplazarse por la carretera desde Bahía hasta San Antonio y luego a Canoa, lo que suma aproximadamente 100 km. La mayoría de veces pedalea junto con otros deportistas de la localidad. Un amigo le presta la bicicleta.
“Es un gran deportista, se esfuerza siempre y puede competir en lo que él quiera”, dijo el entrenador estadounidense que llegó al país por puro azar. Años atrás, al buscar un sitio para pasar vacaciones, el bombero jubilado hizo girar un globo terráqueo y colocó el dedo. El resultado fue Ecuador. Después de esa aventura familiar por la mitad del mundo volvió seis meses a su país y luego se mudó definitivamente a Manabí, primero a Canoa y luego a Bahía.
“Hacemos lo que él nos dice y lo que cada una puede. Me gusta la manera de entrenar, por eso vengo”, dijo Joselyn Delgado, de 32 años, quien antes del terremoto trabajaba en un restaurante que “se cayó”.
Wonsey considera que ahora la ejercitación es más importante que nunca entre las personas de las poblaciones afectadas. Por eso decidió quedarse en Bahía y continuar también con el bar que atiende junto con un socio, cerca de la Ciudadela Norte. Él cree que con trabajo, eventos deportivos, artísticos y culturales, se debe reactivar la economía en la provincia de Manabí.