Juan Madruñero es el entrenador de la Sub 16 de Barcelona y a diario dirige las prácticas en las canchas de las formativas, en el parque Samanes. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Una sonrisa arruga la frente y las mejillas de Juan Madruñero cuando habla de Barcelona. El exatacante ha dedicado 33 de sus 64 años al club amarillo, entre su etapa de jugador y el papel que desempeña ahora como entrenador de las categorías formativas.
Este año está a cargo de la Sub 16. Las prácticas de su equipo se inician a las 17:30 con una oración, en la que agradece a Dios por un día más ligado al fútbol. Tras santiguarse, su grito áspero da inicio a los entrenamientos, en las canchas ubicadas en el Parque Samanes, en el norte de Guayaquil.
El ‘Baby’, como lo llamaban en su etapa de jugador, mantiene intacto su amor por el fútbol. Los esporádicos dolores en sus rodillas y tobillos, producto de la edad y de viejas lesiones, no le impiden vestirse de corto y entrar a la cancha para enseñar sus movimientos a los jugadores jóvenes.
En sus equipos se formaron Juan Luis Anangonó, Robert Burbano, Anderson Ordóñez, Washington Vera, Agustín Delgado… Muchos de ellos lo llaman ‘papá’ y lo abrazan cada vez que lo ven, en agradecimiento a lo que aportó en sus carreras deportivas.
Debutó como futbolista a los 15 años en un partido ante Liga de Quito, 20 años después -incluidas dos temporadas en Liga de Portoviejo- se retiró con seis títulos nacionales con los toreros. Su estatura -1,59 metros- nunca lo amilanó cuando se enfrentó a defensores más altos y corpulentos.
Luego de su retiro como jugador, en 1989, el exdirigente Carlos Coello Martínez financió sus estudios como director técnico en Chile, los que complementó con cursos en el país que dictó Dusan Draskovic, en la Ecuafútbol.
Alfonso Romero, hermano del expresidente canario Isidro Romero, fue quien lo contactó para que se hiciera cargo de las formativas del club. En 1994 dirigió por primera vez una Sub 18 torera, experiencia que -según cuenta- fue una de las mejores de su vida.
Su estadía en Barcelona fue intermitente, tuvo idas y vueltas debido a discrepancias con los directivos de paso. En total suma 15 años como entrenador, que se añaden a las 18 temporadas en las que vistió la camiseta torera.
En su época, los ingresos de los futbolistas eran bajos y su paso por el profesionalismo le dejó poco dinero ahorrado, por esa razón siempre tuvo que trabajar para sustentar la economía de su hogar y la educación de sus hijos.
Cuando quedaba fuera del club, por razones que prefiere no mencionar, se ganaba la vida manejando un camión que transportaba mercadería de una fábrica de aceites.
Le gusta mantenerse activo y por eso se niega a abandonar su trabajo como entrenador, más aún cuando el año pasado quedó campeón en el torneo nacional Sub 17 de segunda categoría, con Toreros. Sus cuatro hijos y seis nietos apoyan esa decisión y lo animan durante los partidos.
“Cuando a una persona le gusta algo, nadie se lo puede quitar. A mí no me pueden quitar el fútbol; estar en Barcelona me mantiene vivo. Soy feliz aquí”, dijo el hombre, mientras arreglaba la gorra que usa para cubrirse del sol.
El domingo pasado el club le rindió un homenaje, tras develar un busto en su honor en el Paseo de las Glorias, al ingreso este a las tribunas del estadio Monumental.
Su escultura acompaña a las de Enrique ‘Pajarito’ Cantos, Sigifredo Chuchuca, Jorge Bolaños, Pablo Ansaldo, Carlos Muñoz y Fausto Montalván.
Durante el evento sus ojos se llenaron de lágrimas, su tono de voz se quebró por momentos. “Un homenaje en vida es el mejor regalo que me han dado”, dijo el ‘Baby’.
José Francisco Cevallos, presidente de Barcelona, contó que la entrega de Madruñero durante los partidos lo inspiró. El año pasado le entregó una placa y un puesto en el Palco de las Glorias, exclusivo para exfiguras del club.