Ted-Jan Bloemen celebra la victoria para Canadá en la prueba de 10 000 metros de patinaje de velocidad de los Juegos Olímpicos de Pyeongchang 2018. Foto: AFP
La victoria del canadiense Ted-Jan Bloemen en la prueba de 10 000 metros de patinaje de velocidad de los Juegos Olímpicos de Pyeongchang 2018 fue un puñal en el corazón para Holanda.
Los deportistas holandeses habían ganado hasta entonces los cinco oros del patinaje de velocidad en Corea del Sur. Y, combinando Mundiales y Juegos Olímpicos, habían logrado 22 de las últimas 23 victorias en las pruebas masculinas de 10 000 metros.
¿Cómo pudieron perder entonces con Canadá? Que Bloemen haya nacido en Leiderdorp, Países Bajos, y haya competido por Holanda desde que nació hasta 2014, tal vez explique muchas cosas.
El flamante campeón olímpico decidió mudarse a Norteamérica para buscar una oportunidad después de no haber sido considerado lo suficiente bueno por el combinado holandés. Y en Pyeongchang tuvo una dulce revancha. El de Bloemen, sin embargo, no es el primer ni último caso de atletas que cambian de bandera en Juegos Olímpicos.
El esquiador de origen austriaco Simon Breitfuss representa a Bolivia en Pyeongchang. Foto: AFP
Las oportunidades y necesidades, como en otras actividades deportivas, muchas veces pesan más que el amor a la patria. Aunque los motivos son de lo más diversos.
Los dos representantes de Bolivia en Pyeongchang, por ejemplo, nacieron muy lejos del país sudamericano. El esquiador alpino Simon Breitfuss lo hizo en Austria y Timo Grönlund, quien compite en el esquí de fondo, en Finlandia. “Es un orgullo competir por Bolivia. Quiero dejar un legado para que más gente se interese y practique este deporte”, le dijo Breitfuss a DPA.
Su padre Reiner, hoy su entrenador, practicaba y daba clases de esquí en el cerro Chacaltaya, a unos 30 kilómetros de La Paz. “De casualidad conversaba sobre las montañas en Bolivia con unas personas en una fiesta callejera y resultó que esa gente era de la Federación Boliviana de Esquí y Andinismo. Ahí nació la idea de que yo pudiera participar por Bolivia”, explicó Breitfuss. “Como el sueño de mi vida era ser esquiador profesional, pronto nos pusimos a trabajar para convertir el sueño en realidad”, añadió el esquiador.
Al igual que Breitfuss, para Grönlund también habría sido difícil competir con su país natal debido al alto nivel de los deportes invernales en Finlandia. Pero estar casado con una boliviana le brindó una oportunidad.
Una historia similar es la de Sarah Schleper, que ya tenía una amplia experiencia olímpica con Estados Unidos, por el que compitió en cuatro Juegos desde Nagano 1998 hasta Vancouver 2010. Pero en Pyeongchang decidió hacerlo por México, el país de su esposo Federico Gaxiola y de sus hijos Lasse y Resi. “Mis hijos son mexicanos, mi familia es mexicana, yo me siento mexicana. Por eso, es como si fueran mis primeros Juegos”, le dijo Schleper a DPA.
Sarah Schleper, que ya tenía una amplia experiencia olímpica con Estados Unidos, decidió representar a México en Pyeongchang. Foto: EFE
Alemania, en tanto, celebró en Pyeongchang su primer oro por parejas en patinaje artístico en 66 años, aunque la medalla tuvo acento francés y ucraniano. Bruno Massot, originario de Caen, obtuvo la nacionalidad germana a fines de 2015 en un hecho que causó fricciones entre los equipos de Alemania y Francia. Y su compañera Aliona Savchenko nació en Ucrania. “Soy francés y amaba patinar para Francia. Pero ahora lo hago por Alemania porque debo pensar en mi carrera”, explicó Massot, para quien la posibilidad de competir junto a una compañera del nivel de Savchenko fue una oportunidad difícil de rechazar.
También hubo movimientos en dirección opuesta. La luger alemana Aileen Frisch, por ejemplo, compitió por Corea del Sur en Pyeongchang después de haber cambiado de nacionalidad.
Frisch se retiró muy joven, a los 22 años, pero aceptó la oferta surcoreana y tras aprender el himno del país asiático -es un requisito para lograr la ciudadanía– participó como local en estos Juegos.
El jugador estadounidense de hockey sobre hielo Mike Testwuide, de 26 años, tuvo que superar el mismo obstáculo. “He tenido que estudiar duramente. Si me hubieran tomado el mismo test sobre la historia estadounidense, seguramente lo hubiera desaprobado”, señaló uno de los siete jugadores de hockey de Estados Unidos o Canadá que compiten para el equipo masculino de Corea del Sur Pyeongchang.
La luger alemana Aileen Frisch, por ejemplo, compitió por Corea del Sur en Pyeongchang después de haber cambiado de nacionalidad. Foto: AFP
No faltó quien preguntara a Testwuide si estaba traicionando a su país, pero el estadounidense asegura estar cómodo con su decisión. “Cuando jugamos para Corea, somos como hermanos”, afirmó.
En total, son 16 los deportistas que decidieron nacionalizarse surcoreanos tras recibir el incentivo económico del país anfitrión, que busca dejar una buena imagen en los Juegos en casa.
Las nacionalizaciones masivas ya han generado polémicas en deportes como el atletismo, donde Turquía fue criticada por la adopción de numerosos corredores de africanos, o en el fútbol, con Qatar en la mira por su política de cara al Mundial que organizará en 2022.
En el fútbol, sin embargo, las normas son particularmente estrictas. Quien haya competido por otro país, ya sea torneos oficiales o amistosos, no puede hacerle para una nación diferente en el futuro. Pero en el mundo olímpico la historia es, de momento, muy diferente.