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Todo es alegría en Cidade do Galo. El técnico Alejandro Sabella habló distendido y gesticuló ampulosamente, como pocas veces se lo vio en público, y los jugadores le respondieron con un cerrado aplauso y bromas.
El único que se mantuvo serio fue Lionel Messi. El alivio y el desahogo que trajo a la selección argentina la clasificación a semifinales por primera vez en 24 años, el primer gran objetivo que se había planteado, desató un clima de fiesta palpable aún hoy 7 de junio en el búnker ubicado en las afueras de Belo Horizonte.
Argentina, para la semifinal del miércoles ante Holanda, necesitará una vez más del astro del Barcelona y sus acompañantes.
Esta vez no estará Ángel Di María, quien ha sido el desahogo de un Messi que ha pasado desapercibido en varios pasajes de los juegos. Pero, que siempre terminó siendo la salvación.
La preocupación de Sabella se ha disipado. La defensa ya no deja tantos espacios.
Javier Mascherano se ha convertido desde el medio campo en organizador de Ezequiel Garay y Federico Fernández. Los centrales que en el inicio no fiaban a la afición albiceleste.