Antisana: Un paseo por las altura

El volcán Antisana se levanta a 5 753 metros sobre el nivel del mar.

El volcán Antisana se levanta a 5 753 metros sobre el nivel del mar.

Nuestro hermoso país, rico en biodiversidad, ofrece una amplia variedad de climas, regiones, ciudades, paisajes y sitios para conocer, disfrutar y descansar del trajín semanal.

Debido al excelente estado de las carreteras, las distancias se han acortado. Esto, sumado al contenido valor de los combustibles y a los asequibles precios de hospedaje y alimentación, hace posible que cualquier fin de semana nos traslademos con nuestras familias a algún destino nacional, a disfrutar de lo que nos pueda ofrecer.

Antes de emprender cualquier recorrido reviso el correcto funcionamiento del vehículo, comprobando niveles de aceite, refrigerante, líquido de frenos, presión y estado de las llantas (incluida la de emergencia), lo cual me permite viajar con seguridad y tranquilidad.

No está por de más verificar los documentos del vehículo y su (s) conductor (es), el SOAT, e incluir alguna herramienta básica. Una vez hecho todo esto, prendemos el motor y a pasear se ha dicho.

Desde Quito tomamos rumbo al suroriente para conocer la laguna de La Mica y el majestuoso Antisana, una de las montañas más altas del Ecuador. El viaje, sin apuros y respetando la Ley de Tránsito vigente, con sus respectivos límites de velocidad, puede tomar entre 5 y 8 horas, dependiendo del tiempo que dediquemos a detenernos en cada lugar para conocerlo, tomar fotos, descansar, caminar o acampar en familia o con amigos.

Salimos muy temprano en la mañana para aprovechar el día soleado, ya que las nubes y hasta la lluvia suelen presentarse repentinamente en horas de la tarde.

Desde Sangolquí tomamos la vía E35 en el tramo que conecta el sector de El colibrí con Pifo. A pesar de que la vía sigue en construcción, está prácticamente terminada hasta el desvío a Píntag. Ahí viramos a la derecha hasta llegar a la población y atravesarla.

[[OBJECT]]

Varios carteles nos indican cómo llegar tanto a la montaña como a la laguna. Por un camino asfaltado, que en algunas partes evidencia falta de mantenimiento y que se ve afectado por el uso y abuso de las volquetas que operan en las minas de piedra y arena, se asciende poco a poco y cada vez dominamos más nuestro alrededor.

El aire puro de campo, los árboles y plantas, las aves que nos reciben con su canto y las haciendas con sus vacas y caballos, entusiasman hasta al más escéptico.

Llegamos a un control, donde toman nota de la placa del vehículo y algunos datos de los visitantes. Hay que tomar en cuenta que existen horarios de entrada y salida. Se puede ingresar desde las 07:30 hasta las 14:00 y el retorno debe ser máximo hasta las 17:00.

En el trayecto se observan lagunas, donde se puede pescar truchas. Hay hosterías listas para recibir a los turistas y ofrecerles varias alternativas de diversión.

Seguimos subiendo por el típico páramo andino hasta que, de pronto, se observa majestuoso al imponente nevado. El carretero deja de ascender y serpentea por el altiplano hasta llevarnos a un segundo control en el que nos brindan explicaciones, en caso de que quisiéramos escalar el monte.

Un poco más adelante se encuentra nuestro destino. Antes de un puente, diversas señalizaciones indican dónde dejar el auto. Luego es necesario registrarse en la cabaña del guardia.

Dependiendo del estado físico de los visitantes, y de su gusto por las caminatas y la naturaleza, existen varios senderos que llevan a la laguna, donde se puede admirar patos, gallaretas y más aves del páramo, o a un cerrito desde donde se puede admirar mejor el volcán.

En el cielo azul profundo revolotean majestuosos halcones, águilas, curiquingues, otras hermosas aves blancas con la cara negra y, si tiene suerte, talvez pueda observar al gran cóndor andino.

El gigantesco Antisana resplandece ante la luz del sol y nos regala reflejos de plata. Pajonales, chuquiraguas (típica flor de páramo) y demás vegetación de la zona muestran sus mejores galas al visitante, con un mensaje de paz y armonía.

El arrullo del viento y el sonido del pequeño riachuelo que desagua a la laguna son la mejor compañía que podamos pedir en esas alturas.

Es aconsejable regresar a mitad de la tarde, antes de que llueva y aumente el frío. Pero si la intención es quedarse a acampar, hay que pedir autorización y seguir las indicaciones al pie de la letra.

Es conveniente llevar ropa abrigada, gorro de lana, guantes, gafas, protector solar, zapatos cómodos y un paraguas.

Entre las provisiones, que se pueden conseguir en Sangolquí y en Píntag, hay que llevar bebidas hidratantes, un termo con café caliente, cosas para picar o un buen almuerzo para servirse sentado frente a la naturaleza, como en un típico día de campo. Tenga en cuenta que hasta ese punto no llega ninguna señal celular.

A este paraje se puede acceder en cualquier vehículo, ya que todo el camino es asfaltado, excepto un pequeño tramo lastrado en el sector de las minas. El gasto en combustible dependerá de lo que consuma su auto en un trayecto de 180 km entre ida y vuelta. ¡Buen viaje!

Suplementos digitales