Alejandro Talavante, con el primero de los de su lote en la decimotercera corrida de la Feria de San Isidro. EFE
Una defectuosa estocada dejó sin premio tangible la reposada e inteligente faena que Alejandro Talavante le hizo al tercer toro de Montalvo, en la corrida del 22 de mayo de la feria de San Isidro, una de las de mayor expectación del abono.
FICHA DE LA CORRIDA
Cinco toros de Montalvo, bien presentados pero muy desiguales de volumen, y de mal juego por reservones o rajados desde su salida.
Y uno de Núñez del Cuvillo (4º), lidiado como sobrero, bajo y regordío, que se defendió por falta de fuerzas.
Finito de Córdoba: pinchazo, estocada caída y descabello (silencio tras aviso); pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio).
Morante de la Puebla: pinchazo, media estocada baja atravesada y once descabellos (silencio tras aviso); pinchazo, estocada corta, tres pinchazos hondos y descabello (pitos).
Alejandro Talavante: media estocada caída muy trasera y dos descabellos (gran ovación); tres pinchazos y estocada tendida (silencio). Buenas y efectivas bregas de José Antonio Carretero y Juan José Trujillo, que también saludó tras dos arriesgados pares de banderillas al sexto.
Decimo cuarta corrida de feria, con lleno total y cartel de “no hay billetes”, en tarde fresca y ventosa.
CABEZA Y CORAZÓN
La gran expectación que había despertado la corrida de ayer, 22 de mayo, en San Isidro bien se justificó con lo sucedido en uno sólo de sus seis actos.
En concreto, con la lidia del tercer toro, rajado y huido, al que Alejandro Talavante le hizo una faena de cabeza y corazón que él mismo se encargó de dejar sin premio con el borrón de una fea estocada.
Pero, aparte de trofeos que bien pudieron ser dos, el torero extremeño mostró en Madrid que ha llegado a su madurez profesional, que esta nueva versión de su tauromaquia mezcla ya su valor y su carisma de siempre con una inteligencia profesional y un poso de pureza que le sitúan en un escalón superior.
La faena a ese tercer toro de Montalvo, que se mostró tan reservón como todos sus hermanos desde que salió al ruedo, tuvo una muy brillante estrategia lidiadora.
Y fue así como, una vez que el animal mostró su tendencia a la huida, Talavante se mantuvo paciente en todo momento, sabiendo darle los oportunos tiempos y la suficiente distancia para que supiera que su encuentro iba a ser inevitable.