Oreja para Andy Cartagena y Diego Ventura en la feria de San Isidro

Feria de San Isidro

Feria de San Isidro

Andy Cartagena, durante la faena con el primero de los de su lote en la corrida de rejones, decimoquinta de la Feria de San Isidro, celebrada el 24 de mayo, en la monumental de Las Ventas, donde compartió cartel con Luís Valdenebro y Diego Ventura. Foto: EFE

Los rejoneadores Andy Cartagena y Diego Ventura se repartieron sendas orejas ayer, 24 de mayo, en la primera parte de un festejo de rejones condicionado por la celebración de la final de la Liga de Campeones, con un público que fue dejando los tendidos tras la muerte del cuarto toro.

FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros, excesivamente despuntados para el rejoneo, de Luis Terrón, de buena presencia y de poco o mal juego por su mansedumbre y falta de raza.

Andy Cartagena
: rejonazo trasero (oreja); rejonazo desprendido y descabello (silencio). Diego Ventura: rejonazo trasero y caído (oreja con leve petición de la segunda); pinchazo y rejonazo caído trasero (ovación tras petición de oreja). Luis Valdenebro, que confirmaba la alternativa: pinchazo y pinchazo que descorda (silencio); rejonazo trasero caído y descabello (silencio).

La plaza se cubrió en más de las tres cuartas partes de su aforo, en el decimosexto festejo de la feria de San Isidro.

PENDIENTES DE LISBOA:
La segunda corrida de rejones de la feria de San Isidro estuvo condicionada por la final de la Liga de Campeones que se disputó en Lisboa y que comenzó varios minutos antes de que terminara el festejo.

Fue así como los espectadores sólo pusieron verdadera atención a lo que pasaba en el ruedo durante la lidia de los tres primeros toros, antes de que comenzaran a abandonar la plaza en busca de una pantalla de televisión para presenciar el partido entre los dos equipos madrileños.

Antes de la desbandada, Diego Ventura puso todo de su parte con el tercero, un toro con poca fuerza en los cuartos traseros y que se movió a regañadientes tras los caballos. Pero el jinete sevillano fue poco a poco encelándolo lo suficiente para lucirse sobre todo montando a "Oro", en las últimas banderillas, y en las cortas que clavó sobre "Remate", en una labor marcada por el oficio.

Similar fue su actuación con el quinto, un astado que esperó y cabeceó con peligro en sus cortas embestidas. Intentó Ventura calentar el ya frío ambiente con "Morante", el caballo que muerde a los toros, hasta el punto de que consiguió que se pidiera una oreja que el presidente no quiso conceder.

La otra oreja la cortó Andy Cartagena del segundo de la tarde, cuando aún el público estaba en la corrida. Fue este un toro que se acobardó a las primeras de cambio y buscó el refugio de las tablas. Con gran habilidad, Cartagena supo buscarle las vueltas para sacarle al tercio entre embroque y embroque y poder pasar así a clavar por los terrenos de dentro, casi siempre en la suerte del violín.

Su experiencia lidiadora, más los adornos y los guiños al tendido que salpicó a lo largo de su trabajada faena le valieron un trofeo que no pudo duplicar con el cuarto, un toro manso y sin clase cuya meritoria lidia -tuvo que clavar banderillas en la misma puerta de chiqueros- apenas tuvo en cuenta un público que ya empezaba a marcharse.

El joven sevillano Luis Valdenebro tuvo una buena actuación con el toro de su confirmación de alternativa, que fue uno de los de mayores complicaciones de la corrida. Con la cara alta, sin emplearse y cruzando las embestidas.

El de Terrón exigió un esfuerzo añadido que el nuevo rejoneador fue capaz de hacer con entrega y arriesgando en todo momento, tanto en los ajustados galopes de costado como en la manera de clavar banderillas, al sesgo de tablas y de frente en los medios.

Bien pudo haber cortado un trofeo Valdenebro de no haber descordado al toro de un pinchazo en la espina dorsal que deslució todo su buen hacer anterior. Cuando salió el sexto ya quedaba en el tendido menos de la mitad del público que estaba sentado a la hora del paseíllo.

También con este manso se esforzó Valdenebro, que volvió a fallar con el rejón de muerte, sin que hubiera en la plaza quien le aplaudiera cuando arrastraron al toro.

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