Álex Quiñónez estuvo en la pista Los Chasquis,el 18 de julio del 2019, para realizar sus últimas prácticas antes de los Juegos Panamericanos que se realizarán en Lima. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Dice que está tranquilo, pero las sonrisas se dibujan con más frecuencia en su rostro. Rompió dos marcas nacionales en una semana, es tercero en el ranking mundial de los 200 metros, se animó a correr los 400 metros y está a días de ser nuevamente papá. Álex Quiñónez vive días importantes en su carrera deportiva y profesional.
“He cambiando muchas cosas para progresar todos los días, los entrenamientos cada vez están más fuertes, pero hay que asimilar las cargas y seguir adelante”, dijo el atleta que el 11 de agosto cumplirá 30 años.
El esmeraldeño retornó al país luego de tres meses de entrenamientos, competencias, mejorar sus tiempos y lograr resultados importantes en Europa. El 6 de junio, en Roma, registró 20.17, marca que garantiza un cupo a los Juegos Olímpicos de Tokio; el 29 de junio, batió la marca nacional de los 400 metros, con 46.28, un récord que permaneció vigente por 22 años; y, el 5 de julio, batió la marca nacional de los 200 metros, con el 19.87.
“Aún no he conseguido mi objetivo de este año que es correr en 19.80. Estamos luchando para conseguir o acercarnos lo más posible. Se puede, solo hay que trabajar duro”.
En este trimestre corrió cinco fechas de la Liga de Diamante (circuito mundial que se disputa en Asia, Europa y África). Ahí se enfrentó con los campeones mundiales y olímpicos. Rivalizó con los 10 mejores atletas del mundo de los 200 metros. “Antes pensaba que eran rivales fuertes, pero ahora sé que se les puede ganar. No subestimo nunca a nadie y cuando estoy en la pista me concentro en mi carrera, en hacer las correcciones que mi entrenador me sugirió”.
Es en la salida cuando aún sigue perdiendo fracciones de segundo, pero luego tiene la suficiente confianza para acelerar y tomar la curva con mucha solvencia. “En la curva no tengo problemas porque es muy buena mi inclinación”. Y llega con fuerza para rematar en la recta de los 100 metros.
Ahora pesa 68 kilos. Retornó con tres kilos menos porque la alimentación es uno de los aspectos que le faltaba mejorar. Claro que está algo apesadumbrado porque “ya no puedo comer mi encocado”. Ahora hay más verduras y frutas en sus platillos a la hora de almorzar o cenar.
En estos dos años y tres meses que se entrena en Quito con el equipo de velocidad que lo encabeza el cubano Nelson Gutiérrez no se ha lesionado y eso también lo hace feliz porque se vendrán tres meses de competencias intensos: los Juegos Panamericanos de Lima, dos fechas de la Liga de Diamante, y el Mundial de Atletismo en Doha.
Da gracias a Dios y al equipo con el que trabaja, porque le dieron la oportunidad de entrenarse con ellos cuando pensaba en retiro.
No olvida que el fisioterapeuta Caridad Martínez, le recibió en su casa por dos años. Sintió el calor de un hogar que lo arropó y que ahora lo replica con su propia familia. “Por ellos entreno todos los días, no los quiero defraudar”.
Se lo ve más seguro, más bromista, más amigo de sus amigos. “He cambiado en ese aspecto, porque antes no me gustaba hablar en público y ante las cámaras. Aún me cuesta, pero sigo trabajando en ello”.
Y Álex tiene una motivación más. El 8 de agosto, el mismo día que correrá los 200 metros en los Panamericanos, está previsto el nacimiento de su segunda hija, y tres días después será su cumpleaños.
Hoy (19 de julio del 2019) se despedirá de nuevo de su hija Alexia, de 5 años, con quien trató de compartir las horas que más pudo. Mañana viajará a Cuenca para el concentrado final antes de los Panamericanos. No ofrece ganar medallas, sí mostrar su nueva versión, esa que su persistencia, constancia y trabajo le han permitido descubrir.