Alejandra Culcay se entrena en el gimnasio de la Federación del Azuay. Foto: Manuel Quizhpe/ EL COMERCIO
La última competencia oficial de Marco Culcay, en Cuenca, se registró el 5 de junio del 2005. Se despidió con un récord nacional en la modalidad de envión, tras levantar 157 kilos. Ese éxito lo dedicó a su hija, Alejandra, de 5 años.
Después de seis años de esa dedicatoria, Alejandra incursionó en el levantamiento de pesas. Ella se planteó superar los triunfos de su padre, quien fue subcampeón mundial universitario, subcampeón panamericano, medallista sudamericano, campeón iberoamericano, y otros premios.
La pesista de 17 años heredó la halterofilia porque, en su niñez, se emocionaba al ver competir a su progenitor y porque siempre aparecía en artículos en los diarios locales y nacionales. “Allí nació mi amor por las pesas y bajo su dirección técnica he sumado títulos nacionales”.
Con 12 años se estrenó en Manta (2012) y ganó tres medallas de oro en las modalidades de envión, arranque y total, en la categoría de 58 kilos. En los dos años siguientes compitió en otros nacionales y sumó tres preseas doradas en cada certamen, realizados en Gualaceo (Azuay) y Rioverde (Esmeraldas).
Cuando experimentaba un momento especial en su corta carrera, una lumbalgia severa frenó sus aspiraciones. “No podía caminar ni acostarse, pasó por seis traumatólogos”, recuerda el expesista. Viajó a Guayaquil y luego de hacerse resonancias magnéticas y otras placas, se diagnosticó una contractura del músculo Atlas.
Ese es el nombre del hueso más alto de la columna vertebral. No tenía movilidad y se vio obligada a alejarse de los escenarios por tres años. Tras recuperarse, con sauna, masajes, piscina…, la campeona nacional volvió a los entrenamientos en febrero pasado.
A inicios de septiembre pasado compitió en los Juegos Deportivos Nacionales Prejuveniles, en Cuenca, y volvió a sobresalir. Ganó dos medallas de oro y una de plata en 63 kilogramos. Además, fue declarada la mejor en su categoría.
Esa destacada actuación le permitió acceder a la selección nacional para el Panamericano de Levantamiento de Pesas, que se desarrollará entre el 29 de octubre y 4 de noviembre en Palmira, Colombia. Una semana antes de su estreno internacional hará un campamento en el Centro de Alto Rendimiento en Carpuela, en Ibarra.
Su primer nombre es Lisbeth, pero le gusta que la llamen Alejandra (su segundo nombre). Ella admira a la española Lidia Valentín Pérez, medallista de los Juegos Olímpicos Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. “Me gusta su concentración, técnica y entusiasmo”.
La halterista es alumna del último año de Bachillerato del Colegio Dominicano San Luis Beltrán. Durante sus tres años de inactividad deportiva, se dedicó a sus estudios; mientras que ahora lo comparte con las pesas, cuyas prácticas son de dos a tres horas, dependiendo del plan de entrenamientos.
De acuerdo con sus antecedentes, la modalidad envión es su fuerte, pero su reto es mantener un equilibro con arranque. La campeona requiere tratamientos durante su carrera para superar la lumbalgia. “Con la ayuda de Dios he salido adelante, cuidándome y luchando por lo que quiero”.
Según su padre y entrenador, “Alejandra tiene una gran actitud y fuerza de carácter en los entrenamientos y en la competencia, fundamentales en cualquier deportista”. Confía en que su hija se luzca en el Panamericano y logre un cupo para el Mundial Juvenil del 2018.