Las nupcias caen mientras la unión libre y el divorcio crecen entre los 15 y 29 años

Las nupcias caen mientras la unión libre y el divorcio crecen. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO
Ecuador es un país eminentemente de jóvenes y solteros: 3,9 millones de personas se ubicaron entre los 15 y 29 años, en el Censo de Población del 2010 y de estos el 58,2% no tenía pareja formal.
Pero así mismo en este rango de edades es donde se observa un sostenido crecimiento de jóvenes que optan por convivir con su pareja y dejar de lado o para ‘después’ el matrimonio eclesiástico y/o civil.
De estos 3,9 millones, 22,14% vive en unión libre; mientras que una década atrás (2001), de los 3,3 millones de jóvenes de estas edades, el 18,2% optó por la unión de hecho.
El Código Civil define esta unión como una relación estable y monogámica, de más de dos años entre un hombre y una mujer libres de vínculo matrimonial, con el fin de vivir juntos, procrear y auxiliarse mutuamente, lo que da origen a una sociedad de bienes.
Ahora, con las recientes reformas al Código Civil quienes optan por la unión libre pudieran contar con una garantía adicional: tener los mismos derechos y obligaciones que los de un matrimonio, al oficializarlo en el Registro Civil.
El número de matrimonios ante un juez o líder religioso representó un porcentaje menor, entre 15 y 29 años: 21,1% y 15,9%, en el 2001 y 2010, respectivamente. Aunque esta tendencia a la baja se extiende al resto de edades. Las cifras muestran que los casamientos crecieron 10,32%, entre el 2001 y 2010, en tanto las uniones libres aumentaron 41,22%, en el mismo período, en todos los rangos de edad.
Gissella Echeverría, terapeuta familiar, explica que este fenómeno está ocurriendo por una menor confianza en el matrimonio como una institución sólida para toda la vida.
En la unión libre hay la idea de probar para ver si las cosas van bien, pero esta prueba conlleva una trampa: ¿cómo puede funcionar si no están comprometidos del todo?
A esta falta de compromiso se suma otra variable característica de la posmodernidad, que es la fragilidad de las relaciones humanas. “La sociedad de consumo nos hace pensar que las personas también son descartables y esto ha llevado a los amigos con derechos o vivamos juntos para probar…”, enfatiza Echeverría.
Una tercera causa por la que se huye cada vez más al casamiento es el miedo a ser engañado, abandonado o pasar por el dolor de estar divorciado y si hay hijos peor. Una de las formas de protegerse de esto es las relaciones de corta duración y de esta manera salir menos golpeados.
En 1995, por cada 10 matrimonios había un divorcio; en el 2010, por cada cuatro bodas se dio una desunión. Los divorcios crecieron 66,4%, entre el 2001 y 2010 en todas las edades y, entre los 15 y 29 años, un 6%. Esta tendencia se mantiene hacia arriba.
Echeverría recuerda que antes se creía que el matrimonio era para toda la vida y bajo esta premisa pasaban insatisfacción, engaño, sufrimiento, etc. Se resistía mucho, hoy, en cambio, no se aguanta nada y se hace el menor esfuerzo por creer que es posible restaurar las relaciones, lo más fácil es cambiar a la pareja por otra.

Las reformas al Código Civil, aprobadas por la Asamblea, también buscan facilitar el trámite de divorcio de manera "exprés", por mutuo consentimiento y en notarías.
Tras la facilidad con la que se logra obtener la partida de defunción de la familia hay otra arista: muchas veces se vuelve a cometer los mismos errores, por lo que los patrones de comportamiento se repiten inconscientemente en la siguiente relación y se afronta una nueva ruptura, explica esta terapeuta familiar.
Si bien resulta difícil revertir esta tendencia, para Echeverría cree que se debe tener claridad en que el amor es una cuestión emocional, que demanda respecto al ser del otro; tener la capacidad de comprender lo que la pareja piensa, cree, cuáles son sus principios y valores y cómo no se los va a violentar. Un tercer factor es lo práctico: ser capaces de manejar la logística del día a día.