Foto: Archivo / EL COMERCIO
Alegría Bustos, de 12 años, y Randall Albán, de 11, leen un libro por semana. Adentrarse en otros mundos y conocer nuevos personajes los ha llevado a disfrutar del género fantástico durante sus horas libres. Estos pequeños son parte de la demanda de literatura infantil de los últimos seis años y que registra una tasa de crecimiento anual del 4%.
Sin tomar en cuenta la producción de libros escolares, las estadísticas anuales de la Cámara Ecuatoriana del Libro revelan que esta temática tiene el mayor número de títulos en los últimos seis años (2012-2017), seguida de la novela y la poesía nacional, principalmente. Al cierre del 2017 se registraron 252 títulos infantiles, cifra similar a la del 2012. Aunque en el 2013 alcanzó un pico de 346 títulos.
REVISE EL ESPECIAL:
La literatura infantil lidera la lectoría y la producción de libros en Ecuador
En estos días, Alegría está leyendo la historia de una niña huérfana llamada ‘Momo’, de Michael Ende, que le regalaron por su cumpleaños; en tanto Randall acabó de leer la primera novela juvenil de Sina Mondavi: ‘Cuarto creciente’. Antes de este libro, este niño de cabellos rizados se adentró en la saga de aventura y fantasía de Percy Jackson.
El gusto por la literatura fantástica también se ve reflejado en el ‘ranking’ de libros más vendidos de la cadena Mr. Books. En esta lista aparecen títulos como ‘Luna de Plutón’, ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’ y ‘Harry Potter y el legado maldito’, basado en una historia original J. K. Rowling.
Oswaldo Almeida, vicepresidente de la Cámara Ecuatoriana del Libro y representante de editorial Océano, sostiene que los libros de J. K. Rowling cambiaron los hábitos lectores de la juventud de finales de los 90. A la autora -dice- se le atribuye haber rescatado el hábito de la lectura a escala mundial.
Para Carlota González, presidenta de la Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, que incluye seis editoriales especializadas en estas temáticas, el ‘boom’ por la literatura infanto-juvenil se activó hace 15 años, luego de que las editoriales locales incluyeran libros para niños y jóvenes.
Otro factor que ha incidido es la apertura de espacios para la promoción lectora, como la Maratón del Cuento, que en su última edición convocó a 40 000 personas, el Pícnic de Palabras, Bibliorecreo Infantil, Las Tardes de Niños Comelibros o Casa Palabra.
A este último sitio, liderado por la escritora ecuatoriana Leonor Bravo, acude Alegría Bustos para recibir un taller de escritura; allí ha descubierto a otras autoras locales, como Edna Iturralde y María Fernanda Heredia. Casa Palabra cuenta con 3 000 libros infantiles que eran parte de la biblioteca personal de Bravo.
Sin embargo, hay la necesidad de una encuesta más actualizada sobre el consumo de libros. La tasa de crecimiento anual del número de títulos de libros aumentó apenas 4%, entre 2012 y 2017; mientras la cantidad de ejemplares de primeras ediciones, reimpresiones y reediciones registra una contracción de -1% anual en ese período. La caída más alta ocurrió el año pasado con 6,7 millones de ejemplares, un 40% menos que en 2016.
No obstante, el número de editoriales creció de 425 en el 2012 a 605 al cierre del 2017. Sus ingresos anuales pasaron de USD 35 millones a 38 millones, en este período.
En cuanto a la temática general, lo que más se publica son ciencias sociales y literatura y de esta última sobresale la infantil. Un dato llamativo es que 22,2% es de títulos publicados por editoriales de universidades públicas y privadas.
Alegría y Randall son ejemplos de esta demanda. Pueden devorarse un libro en una semana. Ese gusto tiene su origen en las lecturas que compartían con sus padres cuando eran más pequeños.
Pero pese a estas iniciativas, aún hay niños que no tienen acceso a libros. “Estoy segura de que si tuviéramos más bibliotecas y promotores de lectura tendríamos un índice mucho más alto de lectores. En los colegios particulares los niños leen mucho más.
Desgraciadamente, en la educación pública no hay estímulos ni recursos para fomentar la lectura”, explica Carlota González.
El 75,6% de los estudiantes matriculados en el período 2016-2017 se concentra en instituciones públicas, el resto está en entidades particulares, municipales y fiscomisionales. Luis Zúñiga, asesor del despacho del Ministerio de Educación, confirma que en la educación fiscal hay un consumo más restringido de libros.
Para contrarrestar este problema, desde el 2017 -en conjunto con el Ministerio de Cultura y el Plan Nacional de Lectura- implementaron textos de autores locales y latinoamericanos en las últimas páginas de los libros de materias como lengua y ciencias sociales.
En el caso de Alegría, quien estudia en el colegio particular Menor San Francisco de Quito, de Cumbayá, y de Randall Albán, de la Escuela Fiscal Rosario González de Murillo, en La Florida, norte de Quito, no hay gran diferencia en el acceso a los libros, pues sus padres se los compran; pero eso no ocurre con la gran mayoría. El precio promedio de un libro es USD 15 en el país.
Zúñiga añade que también faltan mecanismos para que los niños se interesen por la lectura, a través de mediadores como los docentes, aunque ahí reconoce que existe otro problema: no son grandes lectores. “Habría que hacer una encuesta para saber el consumo de libros que tienen”.
La última encuesta sobre hábitos de lectura la realizó el INEC en el 2012; en esta se concluyó que los ecuatorianos leen medio libro al año, en promedio; 3 de cada 10 personas no destinan tiempo a la lectura.