Carolina Salazar en la fachada posterior de su casa, ubicada en Puembo. La vista desde el jardín es privilegiada. Fotos: Julio Estrella / CONSTRUIR.
La flexibilidad para que la casa se modifique en el tiempo y se adapte a las condiciones de vida de la familia es el punto de partida de la arquitectura que Carolina Salazar quiso implementar en su vivienda.
“Para mí ese es uno de los principales retos de la arquitectura: adaptarse a las personas, que la casa se modifique y crezca con la familia que la habita”, comenta.
La arquitecta cuenta que para el diseño le cautivó y motivó la idea de una casa práctica y funcional. Al mismo tiempo, que tenga espacios cálidos y acogedores, con un concepto de hogar totalmente implantado en la vivienda.
Aunque Salazar gusta de lo contemporáneo y lo moderno, ve la necesidad de involucrar elementos cálidos como la madera, el agua o la vegetación.
Considera que es importante que el exterior se convierta en parte primordial de la vivienda, a través de la integración de ambos espacios.
La zona social es amplia e iluminada por los ventanales.
La madera que la arquitecta aplicó en toda la casa, así como un espejo de agua junto a la entrada principal de la misma son la evidencia de ese gusto.
“Tener el sonido del agua permanentemente corriendo, da mucha paz a toda la familia en el diario vivir”, comenta la arquitecta Salazar.
En cuanto a la decoración de la casa, ella prefiere partir de la neutralidad para conseguir que los elementos se adapten a diferentes estilos y modificaciones.
Por ejemplo, recomienda involucrar elementos heredados o cosas antiguas, que convivan en espacios modernos e iluminados naturalmente.
Eso lo conjuga con una materialidad sencilla pero práctica. La arquitecta destaca la presencia de vidrios, que toman un papel importante, debido al terreno en el que se ubica la casa, que tiene vista hacia una quebrada y está rodeado de un entorno verde natural.
Ella define a esa ubicación como un espacio infinito, al cual quiso responder con la arquitectura de su casa.
El estudio es un espacio de trabajo para toda la familia.
Parte fundamental de la materialidad de esta vivienda es el piso, que también se caracteriza por la neutralidad y la facilidad en su mantenimiento.
Se trata de un porcelanato en tono gris, que permite diversas combinaciones, tanto con decoraciones modernas como clásicas y junto a colores intensos pero también opacos.
“El gris es un color muy bondadoso, que nos permite tener la decoración que queramos. Y a mí me gusta cambiar, innovando, moviendo las cosas de un lado a otro, trayendo otras nuevas, y el piso no es algo que se cambia de un año a otro”.
Todas estas cualidades se mantienen con equilibrio. Para Carolina Salazar esto se consigue, ante todo, con la decoración, destacando ciertos elementos, que marquen la diferencia en el conjunto.
Esta arquitecta no se inclina por un solo estilo bien marcado. Prefiere la conjunción de elementos con características diferentes pero con armonía.
Los dormitorios están abajo y tienen salida al jardín.
Considera que si se tienen muchas cosas antiguas se tendrá una clara decoración clásica. Mientras, si aquel objeto heredado se expone en un contexto moderno, será una pieza que llame la atención.
Entre los modernos espacios de su casa, por ejemplo, destaca una radiola heredada, con 50 años de antigüedad, ubicada en el hall de ingreso.
En 420 m², Carolina Salazar adecuó un iluminado e integrado espacio de sala y comedor, una moderna cocina y un porche con vista al jardín en el piso más alto. Y abajo, aprovechando la pendiente del terreno, ubicó la sala familiar, rodeada de cuatro dormitorios y un estudio para la familia.
Para esta arquitecta, se trata de relacionar la arquitectura con la forma de vida de la familia, adaptándose a las condiciones y necesidades de ella.