La cabaña está rodeada de un bosque natural. Los materiales como la piedra, el adobe y la madera son protagonistas. Fotos: Cortesía Emilio López
En Chuspiyacu, Tumbaco, al oriente de Quito, resalta una cabaña que desde su interior se conecta visualmente con las montañas y los árboles de eucalipto que forman un bosque. Si se la observa por fuera, una chapa metálica en la cubierta hace que la construcción contraste con el entorno.
La cabaña fue construida por el arquitecto Emilio López y su padre, Luis López, en el 2005. El proyecto se generó con la idea de que la vivienda se comunicara con el paisaje.
Además, es parte de una iniciativa más amplía que consiste en la reforestación de la zona con especies 100% nativas y de crear nuevas formas de recolección de agua lluvia, puesto que uno de los principales problemas de ese sector es la falta de agua potable.
La apertura entre la cubierta y los muros de la cabaña permite la entrada de luz natural.
Emilio López cuenta que con la construcción querían explorar materiales como la tierra, la madera, la piedra. Por eso los muros son de adobe y parte de la arquitectura está compuesta de un muro de piedra que tiene un talud natural.
Toda la estructura de la cubierta está hecha con vigas fabricadas con tablones de seike. También reutilizaron pilares de eucalipto de una casa que intervinieron en el centro de la ciudad, tiempo atrás.
La idea era jugar con esos materiales para crear ambientes y que tengan una relación con el exterior, desde cualquiera de los espacios.
Un detalle importante para crear esa conexión es la apertura que hay entre la cubierta y los muros, lo que permite una línea de vista de casi 360 grados del bosque que la rodea.
La piedra y la madera son los materiales protagonistas en esta vivienda. Generan un ambiente cálido y logran que la construcción se fusione con el entorno natural que la rodea.
El arquitecto señala que se quería lograr esta comunicación sin comprometer el ambiente interior. Así que apostaron por combinar materialidades con el vidrio, que permite una entrada de luz constante. Aquello mantiene una temperatura estable en el lugar y se logra que durante la noche no se enfríe demasiado ni que en el día se acumule el calor.
La cabaña, que fue pensada como un espacio de fin de semana, tiene 100 metros cuadrados de construcción. En su interior se encuentran ambientes pensados en ser flexibles. Cuenta con un espacio social semiexterior, en el que se destaca un horno hecho de tierra y ladrillo, y una parrilla que otorga un aire campestre.
En un inicio, esa área estaba abierta como un porche, pero luego la cubrieron.
La habitación y el estudio son otros espacios que están uno encima del otro, como una suerte de entrepiso.
El arquitecto destaca que la armonía de los ambientes y su flexibilidad se da porque no hay divisiones internas. Es así que el baño se conecta con el dormitorio y estudio, apenas están divididos por una mampostería de piedra que no está cerrada en su totalidad.
El mobiliario también fue diseñado con madera de Seike. Un toque de color en los cojines y edredón añaden armonía a los ambientes.
Con esto se quería lograr una continuidad espacial que va con el concepto de comunicarse con el entorno, tanto a nivel externo como interno.
Si se recorre por dentro de la cabaña, la vista es panorámica y da una sensación de que es parte del bosque; sin embargo, detalles como el metal de la cubierta contrastan.
El mobiliario también fue diseñado con materiales que otorgan calidez y están en sintonía con la naturaleza que rodea al sitio. Las camas y mesas, por ejemplo, están hechas a base de madera de seike.
Las sillas que son parte del comedor tienen el espaldar y asiento tejido de mimbre, una fibra natural que aporta a ambientes naturales ligados a lo artesanal. López señala que cada proyecto tiene su estrategia. En ese caso la finalidad de la construcción no era la de enmarcar un paisaje como se suele hacer con entornos naturales, sino alcanzar una sintonía.