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Seúl cambió una autopista por un arroyo

Una imagen de Cheonggyecheon, con los ciudadanos en un domingo típico.

Una imagen de Cheonggyecheon, con los ciudadanos en un domingo típico.

Una imagen de Cheonggyecheon, con los ciudadanos en un domingo típico. Foto: Alejandro Ribadeneira / EL COMERCIO

Entre los placeres que ofrece Seúl a los caminantes está el famoso arroyo de Cheonggyecheon, cuya regeneración se ha convertido en uno de los más exitosos ejemplos de que sí es posible pasar de las autopistas urbanas a la recuperación del espacio público... ¡y hacer que por eso el Alcalde acabe convertido en Presidente de la República!

El arroyo o riachuelo de Cheonggyecheon cruza el corazón de Seúl y estuvo fatalmente atado al desarrollo urbano de la capital surcoreana luego de la devastadora guerra de la década del 50. Después del conflicto, el riachuelo fue sepultado para evitar que se convirtiera en foco de infecciones, ya que no había médicos para atender a una nación en escombros.

Así se convirtió primero en una calle del barrio y después, ya con la pujanza del capitalismo (1968), en una enorme autopista elevada de cinco kilómetros que soportaba el paso de 170 000 autos por día.

Los pasos elevados, muy populares en los años 70 y símbolos del desarrollo urbano de esa época, comenzaron a ser cuestionados por los urbanistas por varias razones. En este caso, el paso de Cheonggyecheon causó contaminación, deterioro de la calidad de vida de los residentes del centro, desvalorización de las propiedades vecinas y falta de dinamismo comercial en la zona.

En el 2003, el alcalde Lee Myung-bak tomó la decisión de rescatar a Cheonggyecheon y encargó al urbanista Kee Yeon Hwang el diseño de una propuesta. Kee Yeon Hwang no se limitó a diseñar simplemente, sino que integró a los ciudadanos y ofreció un proyecto integral, ciudadano, que incluso llegó a realizar un total de 4 000 entrevistas a comerciantes antes de comenzar las demoliciones.

Los trabajos de remodelación tomaron dos años y el resultado superó las expectativas. Primero, porque el caudal de autos fue direccionado a vías más amplias gracias a un rediseño profundo del trazado vial de todo el centro, que incluyó ciclovías y veredas amplias para el peatón.

Luego, el arroyo se transformó en un hermoso lugar en que los ciudadanos caminan, chapotean, toman café (uno de los placeres de la ciudad), asisten a exposiciones artísticas al aire libre, compran en un mercadillo popular y disfrutan de varias actividades más.

Tercero, este potente rediseño también contempló que la zona adquiriera una nueva vitalidad para las actividades culturales y turísticas. Decorado con senderos de paseo, cascadas, piedras para cruzar, y obras de arte (ahí está la famosa escultura en espiral de Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen), el paseo está junto a varias zonas comerciales.

Todos ganaron con este cambio, incluyendo el alcalde Lee Myung-bak, quien con este éxito, acompañado de la remodelación del transporte público, pudo ser elegido Presidente en el 2008. Lo que pasó después con este político, muerto en el 2013, ya es materia de otra historia.