Con las piezas hechas a base de plástico reciclado también se arman parques infantiles compactos y seguros. Galo Paguay / CONSTRUIR.
A través de campañas de concienciación y educación, la fundación Llena una botella de amor -presente en Colombia, Argentina y, desde hace un mes, en Ecuador- quiere mostrarle a la gente que el residuo plástico que se genera en los hogares puede transformarse en material de construcción, como la madera plástica.
Ecuador ya tiene un modelo de vivienda hecha a partir de este sistema, que se exhibió la semana pasada durante la XXIV Feria Internacional Quito Construcción.
La casa de 54 m² tiene dos dormitorios, un baño, sala, comedor y cocina. Cuenta con una estructura sólida y rígida, que tiene varias bondades, asegura Pilar Ramos, coordinadora de Ecuador para la Fundación Llena una botella de amor.
Ella explica que la vivienda es ignífuga, ya que se prende en 560 grados (el doble de tiempo de la madera natural). También asegura que es sismorresistente y que el sistema constructivo está aprobado en Ecuador por parte del Miduvi.
Además, la casa es térmica, acústica, biodegradable, tiene una duración de mínimo 100 años y no la afectan las plagas, la salinidad, ni la humedad, comenta la representante de la fundación en Ecuador.
El plástico se combina con gypsum para los acabados.
La primera vivienda traída desde Colombia se entregará a un reciclador ecuatoriano, a través de una selección que Llena una botella de amor hará conjuntamente con la Red Nacional de Recicladores del Ecuador. Posteriormente, los beneficiados serán otros recicladores y familias en situación de vulnerabilidad.
Según Ramos, la campaña de la fundación permitirá que cada ser humano se vuelva responsable del plástico que genera, además de que se crea un compromiso con el medioambiente y un impacto en él.
El proceso para la construcción de las viviendas hechas con madera plástica empezará con capacitaciones que la fundación dará a los docentes de las instituciones educativas del país. La intención es que ellos transmitan el mensaje a los estudiantes y, a la vez, estos lo lleven a sus hogares.
La vivienda tiene dos dormitorios y un baño completo.
La campaña consiste en que las familias reciclen todo el plástico que se genere en sus casas y lo pongan en una botella. Esto permite compilar la mayor cantidad de plástico en el menor espacio posible y mejorar el transporte y almacenamiento.
Cuando las botellas llegan a la planta de producción del aliado estratégico que la fundación consigue en cada país, se abren, se saca todo el material y se ingresa en maquinarias que, al mezclar con otros componentes, transforman el residuo plástico en madera.
De ese proceso se obtienen piezas que se van armando a manera de tablones para montar toda la estructura de la vivienda. Pero no solo ese es el fin del material, ya que con las piezas de madera plástica también se han creado parques infantiles y equipamiento exterior como jardineras y bancas.
Pilar Ramos indica que la casa está hecha en un 90% con plástico reciclado, siendo el soporte del techo lo único para lo que se usó metal. “No tiene una estructura metálica porque la madera plástica es gruesa, dura y resistente”.
También se hacen jardineras y asientos para exteriores.
Las planchas de madera plástica que conforman la vivienda son de un tono gris pero se pueden pintar. El primer modelo tiene paredes cafés, acompañadas con acabados de gypsum, que contrasta por su tono blanco.
La estructura de la viga es bastante gruesa y resistente, con lo que se logra sustentar toda la vivienda.
Ramos destaca la importancia de que se transforme la falta de educación ambiental de los seres humanos.
“Esto es posible a través del reciclaje de un material que podría causarle daño al planeta, convirtiéndolo en una oportunidad de proactividad, que beneficie a los sectores más vulnerables de la sociedad”.