Para darle forma a los objetos y accesorios de decoración interior, con estilo andino, los Chucchurillos utilizan herramientas como amoladora, dremel y taladro. Fotos: Julio Estrella / EL COMERCIO
Por tradición, la familia Sigcha, a quienes en Pomasqui conocen como Chucchurillos, lleva su vida arraigada a la planta de los mil saberes: el ‘chaguar’ (penco).
Lo que esta especie del noroccidente de Quito les ha brindado a todas las generaciones de la familia hace que, del mismo modo, la usen para todo: alimentación, vestuario, vivienda, medicina.
“La madera del chaguar es padre y madre de nuestros antepasados”, expresa Marino Sigcha, nieto del iniciador en el uso del penco, don Segundo.
Con la madera de esta planta, tan preciada para la familia Sigcha, diferentes integrantes de la misma participan en la elaboración de objetos y accesorios decorativos y para diferentes usos dentro de la casa.
Máscaras, licoreras, centros de mesa, lámparas, candelabros, portasombreros y adornos de diferentes tamaños son algunas de las alternativas que estos artesanos ofrecen para darle a la casa un estilo rústico con un toque de tradición.
Sigcha asegura que, pese a ser objetos decorativos, su intención es crear artesanías que interfieran en el aura de cada persona del hogar y en la energía de toda la casa.
Por esta razón, asegura, no se trata de artesanías como simples adornos, sino de figuras que tengan un significado ancestral. “Siempre tratamos de hacer cosas que nos representen como cultura”.
Para esto, mucho tienen que ver los materiales que utilizan para poner detalles al penco. Así, por ejemplo, en las máscaras incorporan pedazos de ollas, de huesos y piedras ceremoniales que se han encontrado en más de 325 tumbas de la zona noroccidental.
Estos y otros materiales como el cobre, el bronce, el acero, algunas semillas como el jaboncillo y ciertas piedras como la jade (que equilibra la energía) y la piedra luna se incrustan en la madera.
La rusticidad de las artesanías es una característica que la familia considera fundamental. Esto debido a que, para ellos, lo más importante es el sentido que lleva cada pieza, apegado a la tradición ancestral de los pueblos andinos.
De hecho, el mismo proceso de elaboración consiste únicamente en darle un tratamiento a la madera con naftalina, diesel, ajo y semillas de achira para que la polilla no dañe el material. Con este cuidado, las piezas adquieren un brillo natural y no necesitan pintura.
El sentido cercano a la cosmovisión andina se logra también a través de las formas que se plasman en el chaguar. Una de las que destacan son los yumbos, antiguos caminantes y comerciantes que llevaban sus productos entre la Costa y la Sierra para el intercambio.
También se talla la figura femenina, por el valor que esta tiene en la tradición ancestral. Otras representaciones son los jambis, conocidos como chamanes, personas de conocimiento y sabiduría.
Personajes como el Aya Uma y los capariches tampoco faltan entre las formas dadas a los objetos decorativos. Entre ellos destacan las máscaras con una corona de plumas, como símbolo de la alegría de las ceremonias ancestrales y la armonía de la cosmovisión andina, por sus colores, que representan al arcoíris. Una máscara mediana puede costar hasta USD 120.
Todo este contenido que lleva consigo cada pieza llega a las personas que se interesan en ellas, ya que sus realizadores les explican la cosmovisión al momento de venderlas.
Las artesanías incluso han llegado a varios países de Europa.