La Circasiana fue construida a finales del siglo XIX y conserva pinturas, murales y cielos rasos de diferentes estilos. Fotos: Diego Pallero / EL COMERCIO
Al ingresar a La Circasiana, el tiempo parece regresar. Un gran patio central recibe a los visitantes, en su centro aún hay rastro de lo que era la piscina, ahora cubierta en su totalidad. Al fondo, la fuente de piedra que abastecía de líquido al lugar luce intacta.
Los detalles en cada rincón y el lujo evidente en los materiales se destacan en esta edificación patrimonial que surgió a finales del siglo XIX, antigua residencia de la familia Jijón y Caamaño. Ahora es sede de la matriz del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), que funciona en el sitio desde 1992. Su arquitectura y decoración tienen una fusión de estilos y de materiales en su mayoría importados desde Europa.
La pintura mural se conserva en los pasillos del primer bloque.
La casa fue construida por partes. Según información del instituto, la edificación de estilo neoclásico surgió como la quinta de descanso de la familia. En un inicio fue un bloque rectangular de un piso principal con planta baja a manera de sótano. Tenía una terraza en medio de la cual sobresalían una habitación y la cúpula del oratorio. Ostentaba una gran decoración para la época: vidrios, cortinaje, tapicería y papel tapiz se trajeron de París.
Los cielos rasos de latón pintados se importaron desde Filadelfia. Los pasillos se adornaron con pinturas murales de Joaquín Pinto y Juan Manosalvas, en alusión a la fauna y flora endémica del país, las cuales han sido conservadas.
En este primer bloque se desarrollaba la vida privada de la familia. Cuenta con cinco habitaciones que ahora son oficinas y conservan los detalles arquitectónicos intactos.
Los cielos rasos reflejan varios estilos de decoración.
Cada una tiene un estilo diferente. En los cielos rasos se observan decoraciones con pinturas, madera tallada a mano por artesanos de San Antonio de Ibarra y aleaciones metálicas. Para este bloque se utilizaron materiales tradicionales como el ladrillo y el carrizo. Otros más lujosos como mármol, barrederas de bronce y de madera de cedro para las escaleras, también pueden verse.
Jacinto Jijón y Caamaño decidió ampliar la vivienda en 1930. Alrededor del bloque original se construyeron los flancos faltantes para conformar un rectángulo de tres pisos, en medio del cual se encontraba un patio cubierto con una piscina. Entre lo que más se destaca del nuevo bloque están los salones sociales separados por un salón de techo abovedado denominado ‘Hall Colorado’.
El patio central conserva la cubierta de vidrio original construida para proteger la piscina familiar. Esta área es parte de la expansión del palacio.
Junto a estos se hizo un ingreso de estilo dórico con escaleras flanqueadas por esculturas de mármol que representan las cuatro estaciones. La casa fue adquirida por el Municipio de Quito a la familia Jijón y por un tiempo permaneció deshabitada hasta que se entregó en comodato al Instituto de Patrimonio. Ahora todos estos espacios están abiertos al público con visitas guiadas de lunes a viernes, de 09:00 a 11:00 y de 14:00 a 15:00.