Los bambúes se recolectan en los esteros de los ríos. Fotos: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Los migrantes del norte de la provincia de Esmeraldas mantienen la costumbre de construir sus cercas con caña guadúa para hacer cerramientos o levantamiento de paredes.
Por años, ese bejuco ha sido utilizado por las familias afroesmeraldeñas, que continúan levantando los llamados cercos naturales para proteger sus plantaciones agrícolas y la producción avícola.
Los cerramientos de guadúa o de bambú gigante (rodondendro calamus) se usan en la habilitación de huertos en los que se cultivan plantas medicinales como el llantén y otras que dan sabor a la comida como la chiyangua. También se utilizan en las llamadas canoeras (espacio para sembrar) y, obviamente, en las paredes de las viviendas, donde se utilizan en forma de latillas, que es la guadúa o bambú picados hasta que adquieren la forma de cuaderno abierto.
En comunidades como Timbiré, Colón Eloy y Selva Alegre, en el norte de la provincia, los habitantes aprendieron a construir esos cerramientos usando técnicas ancestrales.
La guadúa es ablandada y cortada con grandes hachas. Cada caña puede medir hasta 12 metros de largo y 40 cm de diámetro.
La construcción de las cercas empieza picando la guadúa hasta dejar una tira de 20 cm de ancho por hasta 10 m de largo. Se la abre rompiendo los nudos con mucha habilidad, como lo hacen quienes se dedican a ese oficio por años.
Ese trabajo se lo hace utilizando técnicas rudimentarias como el uso de hachas de mano, que permiten abrir la caña azotando el instrumento sobre el macizo, para luego ponerla a secar por espacio de una semana.
Para el arquitecto Luis Espinales, pese a que ahora se utiliza el cemento en los cerramientos, en las escuelas de las comunidades afros se conserva el uso de la guadúa en estos trabajos, como parte de una identidad cultural.
“Hemos fusionado lo ancestral con lo moderno en construcción de viviendas que apuntan al rescate de materiales, que han dejado de utilizarse, como la guadúa”, señala Espinales.
Las latillas se usan como paredes de las casas.
Jairo Valdez, uno de los constructores de huertos con caña guadúa y bambú gigante, explica que las familias que habitan en la isla Vargas Torres, ciudad de Esmeraldas, conservan la costumbre de hacer cerramientos en sus terrenos con ese material.
La caña, que mide hasta 12 metros de largo, se utiliza como barrotes o columnas. El resto del producto usa para cerramiento perimetral.
“Nosotros conservamos estas forma de construir porque aprendimos de nuestros ancestros. Y la técnica se pasa de padres a hijos”, dice el Valdez.
El antropólogo Adison Güisamano explica que la construcción de cerramientos o cercas es una práctica ancestral de los afros del norte de la provincia de Esmeraldas, que buscan revalorizar su cultura manteniendo esta costumbre.
Por eso, las familias se encargan de cultivar la caña guadúa para luego utilizarla como estructuras de sus casas, así como en la elaboración de artes de pesca (trampas para pescar) y en extensas áreas para hacer cerramientos en sus comunidades.