Cristina Latorre y Manuel Pallares en el jardín de su casa, que se conecta con el interior. Fotos: Diego Pallero / EL COMERCIO
Para Cristina Latorre y Manuel Pallares, vivir en una casa de campo es lo mejor que tienen. En ella pasan los momentos más entrañables con la familia y los amigos. Allí trabajan y, sobre todo, disfrutan cada día de un entorno bucólico, rodeados de armonía y paz.
El bambú y el ladrillo son los materiales que se destacan en esta vivienda, ubicada en el sector de Cununyacu. Pallares explica que esto otorga a la casa la ventaja de ser armada con una cubierta liviana y estructuras de rápido montaje.
Latorre cuenta que para la construcción, hace casi 20 años, encontraron la opción más económica en el bambú gigante. Ese material está disponible en la hacienda de Pallares. “Alrededor de esa idea de usar el bambú empezamos a diseñar”.
Un espacio social abierto es el sitio favorito de la familia. En el interior hay luz natural.
Su dueña describe la estructura como una vivienda orgánica. “Se conecta con el jardín, los colores van de acuerdo con la naturaleza y el campo. Además es fresca y sencilla”.
Manuel dice que esas características son lo que más aman de su casa. Esta tiene más de 300 m², asegura, y les costó USD 35 000 en el año 2 000.
En el interior también destaca el estilo campestre. Latorre comenta que la decoración la fueron haciendo poco a poco, “de acuerdo con el espíritu de los miembros de la familia”.
En la cocina destaca el piso de mármol de Carrara y la madera rústica del mobiliario.
En la sala principal hay plantas que han acompañado a la mujer durante treinta años. Sus objetos espirituales también dan estilo a los ambientes.
La casa, además, cuenta con una sala informal, un cuarto máster y dos dormitorios. Con el tiempo y las necesidades de la familia se construyeron extensiones. Todo incorporado al estilo rústico y natural.