Un mirador que se inspiró en el paisaje y en la cultura local

La fusión entre lo rústico y moderno le da un toque diferente a este local turístico.

La fusión entre lo rústico y moderno le da un toque diferente a este local turístico.

En los amplios ventanales se colocó vidrio laminado, de 8 milímetros, por el viento. Fotos: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

Por los amplios ventanales se divisa al lago San Pablo y al ‘Taita’ Imbabura. En torno a estos íconos naturales fue concebido el diseño del establecimiento turístico Mira Lago, que está situado en el acceso sur a Otavalo.

En el inmueble, de cuatro niveles, funciona una cafetería, un restaurante y una tienda de artesanías. En esta hay objetos de varios pueblos originarios de Imbabura. La idea es mostrar a los visitantes la cultura local, explica Grace Izurieta, representante de la firma.

La propuesta arquitectónica, que se extiende en un área de 1 082 m² de construcción, está basada en introducir materiales de la zona, pero con diseños modernos. Es una fusión entre lo rústico y lo contemporáneo, explica Schani Pasquel, diseñador industrial de profesión e integrante de Mira Lago.

Para el diseño interior se trabajó en planos de dos y tres dimensiones. Ahí se delineó detalles como espacios de circulación, combinación de materiales, funcionalidad, estética, especialmente en la tienda de artesanías y cafetería, que ocupan el primer nivel.

La fusión entre lo rústico y moderno le da un toque diferente a este local turístico.

La idea es que las personas tengan fácil acceso a los diferentes nichos de productos.
Para los acabados apelaron al uso de materiales mixtos. Por ejemplo, hay pequeños paneles con cielos falsos de gypsum y maderos delgados de eucalipto. “Buscamos dar un contraste entre la frialdad del gypsum y la calidez de la madera”, explica Cadena.

Varias columnas redondas de concreto, en cambio, están ornamentadas con doradas fibras de totora, que crecen en las orillas del mítico lago, al que los kichwas Otavalo le conocen como Imbakucha.

Otra de las cosas que llama la atención es la instalación de adobe con resinas en el tumbado, que le da un toque campestre a este establecimiento, que cada semana recibe a decenas de visitantes nacionales y extranjeros.

El horno es uno de los elementos tradicionales que no falta en el lugar.

En el segundo nivel, en donde opera el restaurante, en cambio, se buscó simular el patio de una casa de campo. La idea es que los comensales, a más de que degusten de una carta con platillos tradicionales e internacionales, también disfruten de este paraje andino.

El proyecto de ampliación de dos a cuatro carriles de la vía E35, que circunvala el lugar, obligó a un retiro de 40 metros, por lo que fue necesario hacer un terraplén. El imprevisto forzó a replantear el diseño y con ello se estableció los cuatro niveles, explica Fernando Jaramillo, responsable de la obra arquitectónica. Los otros, ubicados en la parte inferior, aún no están concluidos.

Sin embargo, Jaramillo explica que eso no incidió en la ubicación del inmueble. Desde ahí hay una vista privilegiada a los atractivos naturales.

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