La iglesia está en la calle principal de El Morro, parroquia rural a 100 kilómetros de Guayaquil. Se ubica frente al parque central, siguiendo la estructura del espacio colonial urbano. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
La ficha patrimonial de la iglesia de El Morro destaca que fue uno de los cuatro templos implantados en las aldeas indígenas de esa zona, durante la época de la Colonia, por lo que “se constituye en referente permanente de la memoria histórica del lugar”.
La Iglesia de San Jacinto es un templo originalmente construido con madera y adobe en el siglo XVIII en la parroquia rural El Morro, perteneciente al cantón Guayaquil, en Guayas. Se trata de uno de los pocos templos de la época de la Colonia que aún se conserva en el cantón, lo que realza su valor histórico y religioso.
La edificación se ubica al ingreso de la parroquia El Morro, en su calle principal, y frente al parque central. Las tres torres y la fachada están decoradas con esmero con madera tallada en las barandillas, las columnas, los portales y las ventanas tipo chazas, pintadas de blanco y tonos verde. Los rosetones son -en este caso- falsos ventanales circulares, con forma radial, calados en la madera de la fachada.
La madera tallada domina barandillas, ventanas, portales y motivos decorativos en sus tres torres.
La técnica constructiva de la estructura principal recoge la experiencia acumulada por los carpinteros de ribera, volcada a la arquitectura del siglo XIX y primera mitad del XX, según destaca el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC). Es un rasgo presente en la arquitectura tradicional vernácula de la península de Santa Elena. Y patente también en el estilo conocido como la ‘arquitectura naval guayaca’ de barrios como Las Peñas, en Guayaquil.
La iglesia fue construida en 1737 y ha sido reconstruida a través del tiempo en diferentes etapas. La primera reconstrucción se inició en el año 1855 y tardó 43 años, hasta 1898, según la información histórica que recoge la Empresa Pública de Turismo y Promoción Cívica de Guayaquil.
La edificación, en lugar de pisos de tablas, cuenta ahora con baldosas, pero conserva muchas de las características de su primera reconstrucción: columnas de madera forradas con tablas, 20 ventanas en las paredes laterales y tres entradas en el frente.
El edificio conserva la idea original de una sola nave. Se levantó con madera y adobe en 1737.
El templo fue declarado patrimonio cultural del Ecuador en 1980. En 1993, el Banco Central del Ecuador emprendió una nueva reestructuración y realizó arreglos en el techo, pero luego la obra quedó paralizada por 15 años, hasta que en el 2008 intervino el Municipio de Guayaquil, que inició un proceso de restauración.
La edificación fue reinaugurada el 30 de enero del 2010. La intervención respetó los materiales originales, que incluía detalles decorativos de madera tallada revestida de pan de oro y teja artesanal.
Jaime Aragonés Lindao, presidente del Gobierno Autónomo Parroquial de El Morro, destaca la relación de la iglesia con el origen ancestral del poblado. El Morro, llamado así por un gran peñasco que forma un cerro de las cercanías, está relacionado con la antigua comunidad de indígenas de Chanduy o chanduyes, un territorio vecino -a unos 50 kilómetros de distancia- donde se ubican yacimientos arqueológicos como los de la cultura Valdivia en Real Alto.
La iglesia tiene como patrono al santo polaco San Jacinto de Cracovia, a quienes los primeros pobladores, los chanduyes, tomaron como su protector en el 1737.
El libro ‘Historia de la Iglesia de San Jacinto de El Morro’, del arquitecto e historiador Pablo Lee, recoge un documento que habla de la voluntad de los chanduyes por instalarse en El Morro. Se trata de una solicitud dirigida a ‘Don Phelipe por la Gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón…’, fechada en el año de 1737.
Pero la migración de los habitantes de Chanduy a El Morro, por las sequías, habría empezado en 1654, según Lee. “Lo que hoy conocemos como El Morro fue habitado por pobladores procedentes de la vecina población de Chanduy, quienes emigraron a esta localidad por la falta de recursos para la subsistencia de sus familias”.