Un hostal que se levanta con las técnicas ancestrales

Hay puertas y marcos de ventanas que fueron elaborados con las cortezas de árboles de eucalipto.

Hay puertas y marcos de ventanas que fueron elaborados con las cortezas de árboles de eucalipto.

Los dueños del Hostal El Tío, en la parroquia de Ilumán, en Otavalo, optaron por el uso de materiales de la zona como el adobe, teja y madera para dar forma a este sitio. Fotos: Álvaro Pineda para EL COMERCIO

El adobe, la piedra y la madera brindan identidad al Hostal El Tío. En esta iniciativa turística se rescatan las formas tradicionales de construcción. El inmueble, ubicado en la parroquia de Ilumán, en Otavalo (Imbabura), es un lugar de alojamiento para turistas y voluntarios extranjeros.

Esta iniciativa familiar empezó a tener forma hace cinco años. Las edificaciones que integran El Tío se rehabilitaron y levantaron con el intercambio de saberes entre sus propietarios y visitantes europeos, asiáticos y africanos.

Uno de los sitios más recientes en ser levantado es el lugar de estancia, que abarca un área de 13 metros de largo por 5 de ancho. Es un espacio de reu­nión social y familiar. Posee una sola planta. Para instalar su base, que tiene 40 centímetros de alto, se utilizó piedra traída del río. Las rocas redondas fueron colocadas con una mezcla de barro comprimido y excremento de vaca, que aumenta su cohesión.

Hay puertas y marcos de ventanas que fueron elaborados con las cortezas de árboles de eucalipto.

Luego se estructuró las paredes de adobe y columnas de madera. En la cubierta resalta un tumbado de caña guadúa, que tiene una capacidad aislante, y el techo de teja.

El enlucido se dio forma con un amasijo de arcilla cernida y sangre de animal. Es una técnica que enseñaron unos viajeros de Marruecos, con la que supuestamente evita el ingreso de insectos voladores, comenta José Cajas, propietario de Hostal El Tío.

Este kichwa otavalo, de 46 años, ha estado al frente de los trabajos. Es un autodidacta. En varios viajes que hizo como mochilero conoció sobre técnicas de construcción.
Recuerda que en Colombia aprendió sobre las construcciones de bambú. En Perú, en cambio, sobre el superadobe, en Chile de casas de madera y en Argentina el uso del adobe.

Los corredores con piedras son otro de los detalles que resalta en el Hostal El Tío, ubicado en Otavalo.

A través de redes sociales, como la de Natural Home, ha podido conocer y experimentar con otras propuestas arquitectónicas. Por eso, una de las ocho habitaciones de El Tío fue erigida con la técnica del techo verde, lo que le permite estar cubierto de vegetación.

En el centro del techado hay un domo. Cajas cree que el tragaluz permite el ingreso de la energía de este sitio, que está cobijado por los volcanes Imbabura y Cotacachi.
Esta habitación, de diseño circular, además ofrece condiciones térmicas. Es decir, durante el día mantiene fresco el ambiente interior y por la noche refracta el calor.

En los muros de adobe están empotrados troncos de árboles de eucalipto y botellas de vidrio recicladas. En las paredes blancas se plasmaron réplicas de diseños precolombinos. Su piso es de piedra, lo que da apariencia campestre.

Hay habitaciones con troncos de árboles y botellas de vidrio que están empotradas en las paredes.

En varios trabajos han colaborado familiares y amigos. El maki manachi o préstame la mano permite recibir y luego devolver la ayuda en mingas. 

Otro rasgo que matiza a este sitio de posada es el reciclaje. Hay puertas y ventanas fabricadas con jampas, como conocen a las cortezas de árboles de eucalipto.

Para la elaboración de lámparas se utilizaron desechos de carrizo y caña guadúa. Antiguos arados y yugos con los que se araban la tierra, y desu­sados telares, en los que se confeccionaban tapices, ahora ornamentan el inmueble.

También como parte de la decoración hay vasijas de barro, esteras de totora, piedras de moler. Entre estas últimas hay una a la que le conocen como ‘warmi rumi’.

La cocina, equipada con un fogón de leña, es otro de los sitios para el intercambio de saberes. El Tío propende a que los visitantes compartan su idioma, costumbres, tradiciones y recetas de comida, como un espacio de convivencia intercultural.

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