240 años de historia perduran en esta casa

La vivienda del siglo XVII, ubicada en el Centro Histórico de Quito, fue restaurada tras una década de completo abandono. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO

La vivienda del siglo XVII, ubicada en el Centro Histórico de Quito, fue restaurada tras una década de completo abandono. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO

La vivienda del siglo XVII, ubicada en el Centro Histórico de Quito, fue restaurada tras una década de completo abandono. Fotos: Patricio Terán / EL COMERCIO

Al ingresar a la vivienda pareciera que las historias de la gente que la habitó durante más de 200 años están suspendidas en el aire, como parte de la atmósfera. Se traspasa la puerta de madera maciza de la calle y el tiempo se detiene. Un arco es la puerta de ingreso que deja entrever el patio central lleno de flores, enredaderas y plantas que ‘dan vida’ al ambiente.

Se trata de la casa del artista plástico Fausto Merchán Larrea. Ubicada en la avenida 24 de Mayo, en el Centro Histórico de Quito, es un reflejo de la época de la Colonia. “Tiene el alma de un pequeño convento”, dice Merchán de la vivienda, que data del siglo XVII, restaurada por completo, en un proceso que le tomó tres años.

En el salón principal de la casa hay una colección de pinturas y antigüedades, incluida una puerta de una iglesia de la ciudad de Ibarra.

El artista cuencano recuerda que su sueño siempre fue vivir en el Centro Histórico de la capital. Antes residía en el norte y cada fin de semana visitaba las calles centenarias al pie del Panecillo, atraído por las construcciones coloniales, las historias que las envuelven, los museos, los conventos e iglesias.

Coleccionista de antigüedades, desde que tiene memoria, señala que la idea era tener un espacio en el que pueda lucir toda su colección logrando una suerte de museo en su propia casa. Lo logró.

En el recibidor hay una colección de antigüedades y figuras religiosas del siglo XVIII.

La vivienda, construida en 1780, tiene paredes de adobe de 90 centímetros de ancho. Conserva sus puertas y ventanas, que ‘revivieron’ con el arte de Merchán, manteniendo por supuesto la esencia: fragmentadas, con la pintura descascarada y con las chapas de hierro. El piso de las aceras y del patio es de piedra volcánica de canto rodado. Hay madera en los marcos de las ventanas y en la cubierta; los techos son de teja con paja y un color amarillo cubre todos los espacios.

El artista plástico Fausto Merchán restauró durante tres años esta vivienda de adobe.

Cada rincón tiene pinturas murales e insignias que evocan los conventos coloniales, con frases relacionadas con la fe católica y de motivación. Todo, hecho por él.
Los muebles, la luminaria, los cuadros y la decoración son parte de la colección de antigüedades, en su mayoría de figuras religiosas.

La casa conserva sus materiales originales.

Así, de la casa abandonada durante una década no queda rastro. Merchán se encargó de recuperar cada habitación. En la planta baja se ubica un recibidor en el que reposa una colección de pintura y escultura del siglo XVIII. Además, fotografías antiguas y retratos rodean una mesa ideada para una tarde de café.

Las figuras religiosas y la decoración evocan un convento de la época de la Colonia.

La casa tiene cinco habitaciones, cada una con baño. Las camas y todos los detalles del mobiliario están en sintonía con el estilo colonial. La cocina tiene piso de cerámica y gabinetes de madera. Hay piezas como ollas, vajilla y utensilios antiguos. En la planta alta hay más dormitorios y un salón grande que da hacia la calle. Ahí está otra parte de las antigüedades, entre ellas un libro de 1530. La luz y calidez es parte de esta  vivienda.

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