Un árbol de capulí -sagrado para los ancestros- es el eje de toda la construcción. Está en el centro de las escaleras. Fotos: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
La sede de Kiwa BCS en Chambo, un cantón situado a 10 minutos de Riobamba, fue construida en el 2002 sobre una hectárea de terreno. La casa está hecha con maderas de eucalipto, roble y capulí, y su mantenimiento se realiza únicamente con técnicas naturales.
El gerente para Latinoamérica de esa empresa, que ofrece el servicio de certificación orgánica, es el diseñador y decorador de esa infraestructura. Se trata de Hansjorg Gotz. Él se inspiró en las técnicas vernáculas de construcción, en la filosofía andina y ecológica para la construcción.
En la planta baja funcionan las oficinas de la empresa, desde donde se manejan las operaciones de Kiwa BCS en toda Latinoamérica. Los pisos, vigas y techos fueron hechos con madera, mientras que para los muros se utilizó una combinación de ladrillos y bahareque.
Allí está prohibido usar productos químicos para la limpieza. “Somos coherentes con la filosofía que promovemos y con los servicios que ofrecemos a nuestros clientes. Cuando iniciamos la construcción pensamos en un ambiente de trabajo saludable”, dice Gotz.
Este concepto lo llevó a indagar sobre las tradiciones indígenas de construcción y el modo de vida en las comunidades. Así descubrió el capulí, un árbol que para la cosmovisión andina es sagrado y que para la construcción es útil por su madera resistente.
De hecho, el centro de atención en la primera planta de su departamento es un árbol de capulí, que a su vez funciona como viga central de la vivienda. El árbol fue lijado y tratado con una mezcla de plantas, y se exhibe en su forma natural.
Las maderas de ecualipto, roble y capulí están presentes en todo el inmueble, desde los pisos hasta el mobiliario.
Las gradas circulares rodean al árbol y conectan la sala, el comedor y la cocina con la segunda planta, donde están ubicadas las habitaciones, una biblioteca y una oficina.
La decoración rústica de la vivienda se fusiona con los tonos rojos y naranjas, que se incorporaron sutilmente en los forros de los almohadones y cojines de los muebles de la sala, hechos de mimbre. Además, se colocaron luces cálidas y plantas para ambientar.
Pero el punto focal de la sala son dos grandes ventanas de vidrio templado que muestran el paisaje campestre de Chambo. “Esta vista me motivó a adquirir este terreno. Es justo lo que buscábamos para instalarnos en Ecuador”, dice Gotz.
La construcción de la vivienda tomó cerca de dos años y una inversión USD 200 000. La mayor dificultad fue conseguir artesanos que aceptaran trabajar bajo la filosofía ecologista y que tuvieran conocimientos acerca de la madera de capulí.
Otro reto fue el tratamiento previo de las maderas antes de su instalación. Primero fue tratada con una infusión de agua de chochos para evitar polillas y el deterioro de la madera. Luego se puso cera de abejas, aceite de linaza y extracto de eucalipto para que brillara.
“El cuidado es trabajoso, pero aquí se siente bienestar y eso hace que el esfuerzo valga”.
Periódicamente, la madera se limpia con una mezcla de aceites esenciales y hierbas que hay en los jardines.
Otra curiosidad: en construcción y decoración se evitan los ángulos de 90 grados. Las esquinas y gradas tienen unas formas redondeadas. Las puertas son ovaladas. Gotz decidió hacerlo de esta forma por sus conocimientos de biodinámica. Según un ambiente se siente más tranquilo y proyecta bienestar cuando no hay ángulos rectos.