Las viviendas de madera y bambú conservan sus tipologías tardicionales. Fotos: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Desde una loma de 300 metros de altura no solo se observa la belleza del río Cayapas, sino las viviendas de madera construidas en las orillas, en la comunidad indígena de Santa Rosa de los Éperas, norte de Esmeraldas.
Esta nacionalidad conserva la tradición de mantener sus casas con paredes de tabla o latilla (caña guadúa), materiales que aprovechan en la propia comunidad, donde habitan cerca de 300 indígenas.
Los carpinteros antiguos de Santa Rosa indican que preservan su sistema constructivo para no olvidar su historia y como un aporte al medioambiente, disminuyendo el uso de cemento en sus obras.
Muchas de las casas que están en la ribera conservan su aspecto rústico y descolorido. El diseño contempla una azotea amplia, con mirada al río, y un pequeño espacio para ubicar la canoa, en la orilla.
El centro ceremonial es el más visitado por los turistas; las viviendas se ubican en las orillas del río.
Las paredes están cubiertas con una capa de caña guadúa y no dos, como suele ser común en las viviendas de los afros. Los constructores explican que las hacen de esa manera para lograr la ventilación natural por los costados, aunque mantienen ventanales para captar más luz natural.
Las residencias de madera de los Éperas son bien estructuradas con palos, aprovechados de las 60 hectáreas de bosque que tienen.
La casa tradicional mide 6 x 6 m2, tiene seguridades en los costados, como diagonales o pie de amigos en cada cuadrante, explica Nelson Capena, artesano de la construcción.
Las viviendas son de un solo piso, sin divisiones internas y la altura depende de qué tan cerca estén al río. Las que quedan en la orilla suelen tener palafitos de hasta dos metros de altura, para evitar inundaciones.
Una de las casas referentes es el centro ceremonial, el que es de madera en su totalidad, con lugares espaciosos, a pocos metros del río. Ese sitio es el más visitado por los turistas, extranjeros y nacionales.